Cuando
cierro los ojos, me encuentro solo, persiguiendo un destino
inalcanzable que huye de mis manos cuando más fuerte lo agarro.
Cuando abro los ojos, me
encuentro huyendo, huyendo de un destino que cada vez me agarra con
más
fuerza, y no comprende lo difícil que ha estado llegar hasta aquí,
tan lejos. No logro entender si
es por la falta sueño, o por la necesidad de saber si hoy
es mi último
día en las nubes de una tierra
corrosiva.
Me
enviaron aquí arriba hace poco más de dos meses para encontrar una
isla, cuyas tierras eran habitables para la humanidad, que sobrevive
en un mundo donde el aire es completamente irrespirable y la tierra
se hunde en la sangre de los que fueron sus propietarios. Aún me
cuesta evitar reírme irónicamente cuando pienso en la palabra “propietarios”.
Llegué
aquí en una pequeña nave tripulada por autómatas de hojalata
oxidada, y tras aterrizar en esta inmensa isla flotante, conocida
como “Ávalon”, me di cuenta que la misma nave que me llevó, era
la que iba a abandonarme aquí para siempre. Lo único que pudimos
rescatar del vehículo completamente averiado, fueron unas cuantas
baterías que antes alimentaban un motor hambriento, y ahora son la
última esperanza de tres robots supervivientes aun más hambrientos,
los cuales mantengo apagados durante el día para evitar que se
terminen consumiendo y me dejen solo en este infierno.
El
caso es que al llegar aquí tan temerariamente, no me di cuenta de
que este paraíso flotante estaba infestado de Zoiks, unas criaturas
tóxicas que fueron el origen de la pérdida de la Tierra como la
conocíamos; las criaturas de las cuales me he estado ocultando estos
dos meses aquí, en Ávalon, la isla de las raíces y los espíritus.
Ahora
me encuentro escarbando entre los restos de una nave de transporte y de sus pasajeros, que no tuvieron tanta suerte como yo.
¿Debería sentirme afortunado? Ignoro la respuesta porqué temo que
realmente sea un “no”.
Anoche
vi como caía una especie de artefacto del cielo más allá de los
densos bosques de árboles gigantes y más allá de las oscuras y
tenebrosas ciénagas; justamente aquí, en el lugar del impacto de la
Gamma32. Tal vez ese objeto caído que tanto ansío poseer sea la
respuesta a la nota de socorro que envié al Clan del León Dorado el
día que naufragué.
El
Clan del León Dorado es el nombre de la comunidad de “prestigiosos”
ricos de la sociedad que contrataron mis servicios como
Cazarecompensas para encontrar esta isla y me ofrecieron la nave, la
tripulación y unas agradables sonrisas de satisfacción cuando acepté
su oferta de encontrar la salvación para la raza humana ¡Qué
estupidez!
Guiándome
por el sol, puedo afirmar que tardo un par de horas más hasta
encontrar por fin lo que buscaba: una misteriosa caja de aluminio; y
no es hasta que encuentro el logotipo del león en una esquina del
objeto, que se me esboza una ligera sonrisa, exhausta de un día
hurgando muerte y destrucción.
Impaciente
abro el cubo que refleja mi cara, que evidentemente ya no es la misma
que tenía antes de subir a esa nave. Dentro de la caja hay una
grabadora de voz plateada con una cinta de casette antigua. Pulso con
el pulgar con fuerza al botón de reproducir y consigo escuchar la
voz de Mark Coster, el hombre que me contrató ese día, tomando esa
taza de té rojo; rojo como la sangre.
“Jacob
Darry, cuánto tiempo. Ojalá pudiera verte. Estamos al corriente de
la situación, y sabemos por tu nota anterior, que la isla perdida
resulta... Inhabitable. Actualmente estamos estudiando un nuevo
proyecto que tal vez tenga más éxito, así que cruzamos los dedos
mientras aún los tengamos en la mano.
Seguramente
te estarás preguntando cuando vendremos a buscarte, y la verdad es
que matemáticamente no nos sale a cuenta emprender de nuevo ese
viaje, y aún menos conociendo los mencionados peligros que se ocultan
en este lugar.
Disfruta
de tu estancia porqué no te pedimos que fueras un héroe, solo que
cumplieses tu misión y aceptases las consecuencias”.
Inmediatamente
lanzo la grabadora con ira contra la caja de aluminio, provocando un
sonoro estruendo que no tarda en llamar la atención de un Zoik que
rondaba por la zona. De repente, el suelo empieza a temblar y decenas
de raíces aparecen bajo mis pies agarrando con fuerza mis piernas
para que no pueda correr. Saco rápidamente el cuchillo de mi
cinturón y sin querer me rozo el torso con la hoja. Estoy sangrando,
pero intento mantener la calma mientras corto las gruesas raíces de
mis tobillos viendo como un monstruo semejante a un simio radiactivo
de extremidades largas y delgadas se acerca lentamente de entre los
arbustos. Consigo liberarme justo a tiempo para huir, pero el
monstruo está demasiado cerca, así que cojo la caja metálica y la
lanzo contra su cuerpo deforme con toda mi fuerza. El esfuerzo
resulta en vano e incluso empeoro la situación. Ahora el monstruo
está más cerca y mucho más furioso.
Ahora
si, sin pensármelo dos veces empiezo a correr cruzando los arbustos
espinosos que rodean la nave caída y me dirijo hacia las ciénagas
para perder a la criatura entre los cañares. Esa zona está cubierta
de charcos de barro espeso con capas y capas de musgo, que con
facilidad uno puede confundirlo con tierra firme. Afortunadamente
llevo suficiente tiempo aquí para saber reconocer donde pisar y
donde no y espero que a la criatura no le resulte tan sencillo,
porque si no, solo me quedará la opción de adentrarme en el bosque oscuro,
donde la verdad, es fácil entrar pero salir es imposible.
Antes
de llegar al pantano, el Zoik me coge la pierna y mi cuerpo se
precipita duramente contra el suelo mientras las raíces que salen del barro se
dan prisa para sujetarme de nuevo. Por sorpresa, cuando estas viscosas raíces
fracturan el suelo para salir, la plataforma de tierra donde me encuentro
cede y se separa bruscamente de la isla, separándome a del
peligro, por ahora.
Pocos
segundos después, me encuentro flotando en una roca inestable a unos
20 metros de la isla principal y a unos 7 metros de un Zoik con sed
de mi sangre, que me arroja con toda su fuerza todo aquello que está
al alcance de sus destructivas manos. ¡No puedo quedarme aquí más
tiempo!
Observo
desesperadamente el entorno de la isla, que está cubierto de
plataformas de roca flotantes enlazadas por las gruesas raíces de
los arboles gigantes del bosque, y estas raíces podrían ser mi
salida si voy con cuidado. Busco rápidamente el modo de llegar a la
raíz más cercana y la única salida que se me ofrece en este
instante es una frágil liana sostenida desde la copa de un árbol
torcido de una isla cercana. Cojo todo el impulso que me permite la limitada plataforma
de roca y salto sin pensar. Sin sentir...
Quedo
suspendido durante pocos segundos entre los árboles que cubren el
cielo, y el vacío de nubes que cubren la tierra desde aquí arriba.
Seguidamente y casi mecánicamente agarro la liana y bruscamente me
balanceo consiguiendo así llegar hasta la firme raíz: Mi puente
hasta la salvación.
Empiezo
a correr como corría en mis sueños, pero toda la raíz se empieza a
mover con agresividad intentando hacerme caer al precipicio. Clavo
el cuchillo atravesando la gruesa capa de madera blanda y empiezo a
trepar desgarrándome los tejidos de mi mano, pero aún así, no me
rindo. Y cuando consigo llegar a la isla de nuevo, el sol se empieza
a esconder lentamente y me encuentro cara a cara con el bosque oscuro de Ávalon. Lleno de fantasmas; espíritus perdidos de la antigua civilización
que una vez vivió en esta isla.
Es
tarde y estoy herido. Encuentro un pequeño hoyo entre dos rocas
húmedas por el espectral ambiente de esta zona del archipiélago, allí
pasaré la noche y esperaré a que el sol me indique nuevamente
camino. Un peligroso camino que sé cuando empezó, pero nunca sabré
cuándo acabará.