dimarts, 26 de gener del 2016

ÁVALON II: LA ISLA DE LAS RAÍCES

Cuando cierro los ojos, me encuentro solo, persiguiendo un destino inalcanzable que huye de mis manos cuando más fuerte lo agarro. Cuando abro los ojos, me encuentro huyendo, huyendo de un destino que cada vez me agarra con más fuerza, y no comprende lo difícil que ha estado llegar hasta aquí, tan lejos. No logro entender si es por la falta sueño, o por la necesidad de saber si hoy es mi último día en las nubes de una tierra corrosiva.

Me enviaron aquí arriba hace poco más de dos meses para encontrar una isla, cuyas tierras eran habitables para la humanidad, que sobrevive en un mundo donde el aire es completamente irrespirable y la tierra se hunde en la sangre de los que fueron sus propietarios. Aún me cuesta evitar reírme irónicamente cuando pienso en la palabra “propietarios”.

Llegué aquí en una pequeña nave tripulada por autómatas de hojalata oxidada, y tras aterrizar en esta inmensa isla flotante, conocida como “Ávalon”, me di cuenta que la misma nave que me llevó, era la que iba a abandonarme aquí para siempre. Lo único que pudimos rescatar del vehículo completamente averiado, fueron unas cuantas baterías que antes alimentaban un motor hambriento, y ahora son la última esperanza de tres robots supervivientes aun más hambrientos, los cuales mantengo apagados durante el día para evitar que se terminen consumiendo y me dejen solo en este infierno.

El caso es que al llegar aquí tan temerariamente, no me di cuenta de que este paraíso flotante estaba infestado de Zoiks, unas criaturas tóxicas que fueron el origen de la pérdida de la Tierra como la conocíamos; las criaturas de las cuales me he estado ocultando estos dos meses aquí, en Ávalon, la isla de las raíces y los espíritus.

Ahora me encuentro escarbando entre los restos de una nave de transporte y de sus pasajeros, que no tuvieron tanta suerte como yo. ¿Debería sentirme afortunado? Ignoro la respuesta porqué temo que realmente sea un “no”.

Anoche vi como caía una especie de artefacto del cielo más allá de los densos bosques de árboles gigantes y más allá de las oscuras y tenebrosas ciénagas; justamente aquí, en el lugar del impacto de la Gamma32. Tal vez ese objeto caído que tanto ansío poseer sea la respuesta a la nota de socorro que envié al Clan del León Dorado el día que naufragué.

El Clan del León Dorado es el nombre de la comunidad de “prestigiosos” ricos de la sociedad que contrataron mis servicios como Cazarecompensas para encontrar esta isla y me ofrecieron la nave, la tripulación y unas agradables sonrisas de satisfacción cuando acepté su oferta de encontrar la salvación para la raza humana ¡Qué estupidez!

Guiándome por el sol, puedo afirmar que tardo un par de horas más hasta encontrar por fin lo que buscaba: una misteriosa caja de aluminio; y no es hasta que encuentro el logotipo del león en una esquina del objeto, que se me esboza una ligera sonrisa, exhausta de un día hurgando muerte y destrucción.

Impaciente abro el cubo que refleja mi cara, que evidentemente ya no es la misma que tenía antes de subir a esa nave. Dentro de la caja hay una grabadora de voz plateada con una cinta de casette antigua. Pulso con el pulgar con fuerza al botón de reproducir y consigo escuchar la voz de Mark Coster, el hombre que me contrató ese día, tomando esa taza de té rojo; rojo como la sangre.

Jacob Darry, cuánto tiempo. Ojalá pudiera verte. Estamos al corriente de la situación, y sabemos por tu nota anterior, que la isla perdida resulta... Inhabitable. Actualmente estamos estudiando un nuevo proyecto que tal vez tenga más éxito, así que cruzamos los dedos mientras aún los tengamos en la mano.

Seguramente te estarás preguntando cuando vendremos a buscarte, y la verdad es que matemáticamente no nos sale a cuenta emprender de nuevo ese viaje, y aún menos conociendo los mencionados peligros que se ocultan en este lugar.

Disfruta de tu estancia porqué no te pedimos que fueras un héroe, solo que cumplieses tu misión y aceptases las consecuencias”.

Inmediatamente lanzo la grabadora con ira contra la caja de aluminio, provocando un sonoro estruendo que no tarda en llamar la atención de un Zoik que rondaba por la zona. De repente, el suelo empieza a temblar y decenas de raíces aparecen bajo mis pies agarrando con fuerza mis piernas para que no pueda correr. Saco rápidamente el cuchillo de mi cinturón y sin querer me rozo el torso con la hoja. Estoy sangrando, pero intento mantener la calma mientras corto las gruesas raíces de mis tobillos viendo como un monstruo semejante a un simio radiactivo de extremidades largas y delgadas se acerca lentamente de entre los arbustos. Consigo liberarme justo a tiempo para huir, pero el monstruo está demasiado cerca, así que cojo la caja metálica y la lanzo contra su cuerpo deforme con toda mi fuerza. El esfuerzo resulta en vano e incluso empeoro la situación. Ahora el monstruo está más cerca y mucho más furioso.

Ahora si, sin pensármelo dos veces empiezo a correr cruzando los arbustos espinosos que rodean la nave caída y me dirijo hacia las ciénagas para perder a la criatura entre los cañares. Esa zona está cubierta de charcos de barro espeso con capas y capas de musgo, que con facilidad uno puede confundirlo con tierra firme. Afortunadamente llevo suficiente tiempo aquí para saber reconocer donde pisar y donde no y espero que a la criatura no le resulte tan sencillo, porque si no, solo me quedará la opción de adentrarme en el bosque oscuro, donde la verdad, es fácil entrar pero salir es imposible.

Antes de llegar al pantano, el Zoik me coge la pierna y mi cuerpo se precipita duramente contra el suelo mientras las raíces que salen del barro se dan prisa para sujetarme de nuevo. Por sorpresa, cuando estas viscosas raíces fracturan el suelo para salir, la plataforma de tierra donde me encuentro cede y se separa bruscamente de la isla, separándome a del peligro, por ahora.

Pocos segundos después, me encuentro flotando en una roca inestable a unos 20 metros de la isla principal y a unos 7 metros de un Zoik con sed de mi sangre, que me arroja con toda su fuerza todo aquello que está al alcance de sus destructivas manos. ¡No puedo quedarme aquí más tiempo!

Observo desesperadamente el entorno de la isla, que está cubierto de plataformas de roca flotantes enlazadas por las gruesas raíces de los arboles gigantes del bosque, y estas raíces podrían ser mi salida si voy con cuidado. Busco rápidamente el modo de llegar a la raíz más cercana y la única salida que se me ofrece en este instante es una frágil liana sostenida desde la copa de un árbol torcido de una isla cercana. Cojo todo el impulso que me permite la limitada plataforma de roca y salto sin pensar. Sin sentir...

Quedo suspendido durante pocos segundos entre los árboles que cubren el cielo, y el vacío de nubes que cubren la tierra desde aquí arriba. Seguidamente y casi mecánicamente agarro la liana y bruscamente me balanceo consiguiendo así llegar hasta la firme raíz: Mi puente hasta la salvación.

Empiezo a correr como corría en mis sueños, pero toda la raíz se empieza a mover con agresividad intentando hacerme caer al precipicio. Clavo el cuchillo atravesando la gruesa capa de madera blanda y empiezo a trepar desgarrándome los tejidos de mi mano, pero aún así, no me rindo. Y cuando consigo llegar a la isla de nuevo, el sol se empieza a esconder lentamente y me encuentro cara a cara con el bosque oscuro de Ávalon. Lleno de fantasmas; espíritus perdidos de la antigua civilización que una vez vivió en esta isla.

Es tarde y estoy herido. Encuentro un pequeño hoyo entre dos rocas húmedas por el espectral ambiente de esta zona del archipiélago, allí pasaré la noche y esperaré a que el sol me indique nuevamente camino. Un peligroso camino que sé cuando empezó, pero nunca sabré cuándo acabará.



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