dilluns, 29 de gener del 2018

ICARUS II: ÁNGELES DE PSYCHODELIA

...Un hombre con delirios de trascendencia decide volar hasta el Sol con unas alas de plástico y cartón… ¿Se puede saber qué mariconada es esta? ¿A quién demonios pretendes vender esta porquería?
Verás… resulta que leí una historia así en el periódico hace unos meses y… bueno, me llegó la inspiración. Entonces pensé que…
¿Pensaste?
Si… bueno…
¿Qué clase de guionista eres tú? Tu cuento es cutre… ¡Muy cutre! Carece de objetivos comprensibles, y la personalidad de todos los personajes queda absurdamente anulada por el egocentrismo y el carisma exagerado del protagonista… . Además, ¿Por qué tenía que morir el maldito drogadicto? ¿Acaso esto aporta algo a la trama?
Que el yonki muera de una forma estúpida creo que ya forma parte de su propio arquetipo.
¡Vamos, no me vengas a hablar tú de arquetipos! Carl Gustav Jung se debe estar revolcando en su tumba por las memeces que dices…
Que yo sepa, Jung no delimitó ningún parámetro en cuando a perfiles arquetípicos se refiere...
Lo que tu estás haciendo es acudir a un burdo cliché de principiante… un intento de humor comercial barato. nada más.
...Entonces entiendo que rechaza mi guión... ¿verdad?
Desde luego… cuando me hablaron de ti y de las obras en las que has trabajado, imaginaba algo mucho más a la altura que esta porquería. ¿Dónde han quedado los legendarios guiones como Psychodelia, eh? ¡Dime!
Psychodelia… bueno, digamos que esos fueron otros tiempos… una etapa de mi pasado.
¿Se puede saber que pasó con esta obra? ¿Por qué la que tenía que ser la revolución cinematográfica de la década terminó siendo la película “jamás proyectada”?
¡Ni proyectada, ni terminada, ni nada! De hecho ni llegó a ser película. Yo fui el primer guionista al que contrataron para ese proyecto ¿sabe? Ese era el trabajo de mi vida… la que tenía que convertirse en mi obra maestra… la musa de mi legado… pero tras varios líos y discusiones acabaron cancelando el proyecto por asuntos internos del equipo y me arrebataron el guión cuando éste ni siquiera estaba terminado. Así funciona este mundo… ¿Qué le vamos a hacer?
Una pena… la verdad. En los estudios siempre corrían rumores sobre la grandeza de ese proyecto. Podríamos decir que, como director y cinéfilo, esperaba con ansias conocer la tan esperada Psychodelia.
En efecto… fue una verdadera lástima. No hay día que no me arrepienta de no haber tomado un rumbo distinto en ese entonces… .
Si tanto apreciabas esa obra, ¿por qué no reescribiste el guión? Tal vez esté dispuesto a financiarte por llevar a cabo dicha película.
Digamos que esa obra nació para brillar justo en el momento adecuado, en el lugar adecuado, y de las manos de las personas adecuadas… y mucho me temo que todos estos factores jamás serán correspondidos por la actualidad en la que vivimos.
Dudo que sea cierto lo que estás diciendo. En el mundo, independientemente de la época y del lugar, siempre habrá gente dispuesta a recibir con los brazos abiertos una obra como Psychodelia.
No se trata de mero recibimiento… es algo mucho más profundo que la recaudación y el simple fanatismo. Digamos que es algo bastante más espiritual… llevo muchos años escribiendo historias que puedan ocupar su lugar en mi filmografía, pero cada vez todo esto me resulta más frustrarte. Por muy acertado que sea un guión, nada llenará ese maldito hueco que Psychodelia me dejó.
¿Por qué no me cuentas algo sobre este proyecto?
Bueno… podría tratar de contarle lo que recuerde:

Psychodelia era la historia de un joven fotógrafo alemán llamado Isaac König. Un chico humilde pero con un ego y aspiraciones sobrehumanos; algo que le impulsaba a menudo a realizar las hazañas más insólitas con el fin de crear sus asombrosas y extravagantes colecciones fotográficas, bastante admiradas en todo el territorio germano durante el pleno auge de los años 60.

Isaac era un artista temperamental, obsesionado por la perfección y el detallismo. No existía fotografía en sus álbumes manchada por el azar. La milimetría era el sustrato de su orgullo; y esto a veces le volvía tan inestable mentalmente que, sin ser consciente de ello, llegaba a rozar la deshumanización. Pero él aún era joven e impulsivo, y todo el mundo decía que el tiempo no se apiadaría a la hora de ponerle en su lugar de algún modo u otro.

Un buen día de quedada con los amigos del club de fotografía de Doinsberg... no recuerdo de que modo… surgió un curioso tema de conversación que iba a llamar escandalosamente la atención del joven Isaac König: Los Estados Unidos de América se estaban alzando artísticamente gracias a las innovadoras y alocadas corrientes expresivas “Pop-Art” y “Art Deco Moderno” en las grandes urbes, de entre otros tempranos movimientos que estaban revolucionando ese mundo devastado por las guerras, tan necesitado de desahogo y creación. Un soplo de ideas e imperturbable motivación atravesó cual lanza los pensamientos de Isaac, pues por primera vez, tras varios años sumergido en la búsqueda de nuevos estilos para sus colecciones, se le acababa de plantear un interesante punto de partida que no iba a dejar escapar. Tal vez pareciese precipitado, más de lo único de lo que disponía era la escasa información revelada en ese debate de cafetería; pero su humeante cabeza ya estaba planeando su próxima parada.

En menos de un mes y medio, Isaac König ya estaba sobrevolando el Atlántico rumbo a los Estados Unidos de América. Consigo llevaba un maletín armado con todos los aparatos de su oficio, algunas provisiones, y los ahorros de toda su carrera bien escondidos dentro de uno de los calcetines de recambio”.

¿Por qué un hombre tan meticuloso como Isaac König iba a esconder tanto dinero en un lugar tan estúpidamente previsible?
Este tipo tenía una caracterización bastante retorcida; este factor era interesante de resaltar, ya que enriquecía su personalidad. Podríamos decir que todo el cuidado que Isaac aplicaba en su profesión y en su imagen pública, era automáticamente balanceado por una dejadez interior, que en un futuro se adueñaría por completo de su forma de ser. Una especie de “Dilema Janusiano” que enfrentaba la incompatibilidad entre quien fingía ser, y quien era en realidad. Tampoco vamos a profundizar demasiado aquí, por ahora.

Isaac llegó a la gloriosa y navideña Nueva York de diciembre. Se moría por empaparse de la cultura y el arte de ese sitio, así que ya tenía una larga lista de museos y monumentos que debía visitar sin duda alguna. Aun así, era innegable reconocer que esa ciudad en si ya se convertía en una digna muestra de lo que estaba por iluminar al fotógrafo durante su indeterminada estancia allí, tan lejos de su hogar.

Los meses pasaron en la gran metrópolis y Isaac ya estaba en pleno desarrollo de su nuevo proyecto fotográfico basado en el arte norte-americano. Aun así, la cosa no había ido demasiado bien para el joven alemán, pues su desafortunado origen y su escasa edad le convirtieron en objetivo de todo tipo de discriminación y envidia por parte sus patrióticos rivales. Al principio, el fotógrafo supo como evitar e ignorar los constantes sabotajes que le enviaban a diario; pero a medida que las semanas pasaban, la presión que le acechaba empezó a entrometerse en su bienestar, y lo que fue peor… en su nueva obra, que poco a poco, empezaba a contaminarse de imperfección y desgana, frutos de la creciente intranquilidad del artista”.

Durante toda esta parte del guión, creo que me dediqué a describir detalladamente varias escenas que mostraban los actos de boicot y acoso recibidas por Isaac. Seguidamente se ilustraba el inicio de su decadencia, desesperación e inevitable caída en la miseria… .
¿Y porqué no regresó a Alemania?
Al principio su orgullo le cegaba; nada, por muy agresiva que fuese su situación, iba a arruinar su gran proyecto. Después, tras ver su clara falta de progreso, empezó a gastar el dinero de sus ahorros compulsivamente para seguir alimentando su adicción al detallismo extremo. Ya nada le parecía bien como quedaba, y necesitaba invertir constantemente en mejoras mínimas cada vez con más frecuencia y despreocupación. Ya casi no tenía fondos y lo poco que le quedaba que le permitiría regresar a Europa, junto a toda su documentación legal, fue desafortunadamente interceptado por un súbito atracador de callejón. Cosas del Diabolus ex machina… ya sabes como funciona esto.

Isaac König terminó en las gélidas calles de Nueva York. Había perdido todos sus recursos, sus ilusiones, y ya ni siquiera podía seguir pagando un alojamiento. Lo único que le quedaba entonces era una solitaria cámara fotográfica que ya no tenía fotografías que capturar.

El joven fotógrafo pasó varios días vagando por los callejones tratando de vender las fotografías que todavía conservaba de su nueva pero frustrada colección; pero la cruda realidad cada vez era más persistente a la hora de recordarle como de bajo había caído por su propia soberbia y desmesurada impulsividad.

El chico había probado de todo: llamar a sus amigos de Alemania en busca de ayuda; acudir a la policía de la ciudad; infiltrarse en el aeropuerto a modo de polizón… pero, ya fuese por imposibilidad legal o por otras razones más obvias, nada era capaz de ayudarle en su situación. Isaac estaba atrapado en lo que, de algún modo ligeramente metafórico, podríamos llamar su propia obra de arte”.

¿Sabía que hay personas propensas a sufrir brotes de locura o demencia a causa de experimentar situaciones de alto estrés o desesperación prolongadas?
Es probable…
Pues añádele unos pocos sorbos de alcohol de más, y los constantes flashes de una cámara como único pasatiempo.
¡Menudo panorama!

Cuando menos se dio cuenta, la reluciente Nueva York que era la prisión de Isaac König se había convertido en un extraño paraje de extrema irrealidad y confusión. Una ciudad distorsionada por los múltiples shocks psicológicos sufridos por el joven alemán; nuevo visitante y ciudadano de la onírica “Psychodelia: Tierra de ángeles y Querubines”.

En Psychodelia todo funcionaba muy distinto de la realidad que conocemos… bueno, ciertamente, podríamos decir que ese lugar era la verdadera ciudad Nueva York, pero vista con los ojos de un potencial esquizofrénico. Es decir, una deformación de la realidad percibida por Isaac König.
¿Cómo queríais plasmar esto en formato cinematográfico?
Nuestra idea principal consistía en alternar constantemente ambos puntos de vista; el auténtico, y el de Isaac. Creando así un juego de espejismos donde podíamos entender la realidad tal y cómo era y, al mismo instante, entrecruzándose, percibíamos el mundo desde los ojos del protagonista. Tal vez explicado suene bastante retorcido… pero la idea encajaba a la perfección con lo que necesitábamos expresar.

El fotógrafo, con su cámara en mano, estaba asombrado ante ese nuevo mundo que se abría reluciente ante él. Un laberinto de colosales rascacielos “Art Deco” bañados totalmente por una profunda noche eterna, pero a la vez, manchados con peculiar sinfonía y gracia de luces de neón presentes en las fachadas de todos esos edificios. Todo ese sitio parecía ser una especie de urbe con una exagerada finalidad de turismo y ocio. Si Isaac hubiese estado un poco más cuerdo en ese momento, tal vez no hubiese dudado en compararlo con las mismísimas Vegas de Nevada.

Toda Psychodelia estaba plagada de monumentos abstractos y decoraciones de ese estilo Pop-Art con el que el fotógrafo tanto se había obsesionado; pues ese lugar no era más que la reconstrucción de Nueva York, fundada a partir de las más profundas obsesiones y ansias artísticas del fotógrafo alemán. Quizás ese era un extraño juego para regalarle una eternidad envuelto de sus inspiraciones, o tal vez todo fue una desagradable broma de un perturbado destino que quería que Isaac viviese atrapado para siempre en el mayor error de su vida”.

Un detalle interesante sobre la ambientación fantástica de esa ciudad era que en todas partes se podía escuchar un repertorio de canciones atmosféricas de Elvis Presley o David Bowie, de entre otros artistas de esa época. Afortunadamente para la productora nunca llegamos a pagar los permisos de autor… .

Había algo que a Isaac le desconcertó por completo sobre la llamada Psychodelia… ¿Tierra de Ángeles y Querubines? ¿Acaso había seres celestiales andando por esas calles? ¿Seres de luz y perfección divina? ¡Él tenía que conocerlos! ¡Necesitaba reencontrar esa perfección que llevaba tanto tiempo sin poder abrazar! Quizás fuese por su creciente insanidad, pero esa súbita idea le abdució por completo; al fin y al cabo, la locura ya había tomado el control de sus actos y decisiones.

Partiendo de este nuevo y surrealista objetivo, e incapaz de reconocer todos sus verdaderos problemas, el joven alemán se adentró en esa exótica urbe construida por su desequilibrado subconsciente, en busca de esos seres que hasta entonces solo habían sido mencionados. La evidencia confirmaba la imposibilidad de la existencia de humanos alados en el mundo, ¿pero que clase de evidencias eran las que gobernaban en esas tierras oníricas?

Isaac caminó cegado por su búsqueda, pero no había nada que le lograse satisfacer del todo. La gente corriente de ese sitio era bastante fría y se mantenía extrañamente reticente a interactuar con él. Entonces no se dio cuenta, pero el fotógrafo era totalmente invisible en ese misterioso mundo. Tan solo era un fantasma. Una mera nube. Nada que pudiese interferir en ese protegido lugar.

Tras vario rato de avance, el chico llegó donde parecía ser el núcleo de la ciudad. Una gigantesca plaza bien iluminada, con grandes fuentes de agua reluciente, y una magna estatua plateada de temática abstracta en el centro exacto de la zona. Isaac quedó totalmente asombrado ante ese espectáculo de luces y figuras que se combinaban en sus retinas creando un paisaje lleno de misticismo e incomprensible magia. Pero sin duda alguna, había algo que atrajo la intuición del joven por encima de todo lo demás: en ese sitio, no muy lejos, pero sin saber exactamente donde, había una misteriosa energía que Isaac König jamás había percibido en toda su existencia; y a pesar de esto, no tardó en darse cuenta de como la necesitaba”.

¿Qué demonios era?
Podríamos decir que se trataba de esa luz metafórica que tanto obsesionaba a Isaac.
Creo que no acabo de entender esta parte de la historia…
Bueno… parte de la gracia de esta película estaba en la confusión que ésta generaba en el espectador. Si lográbamos hacer que el público se desconcertara ante la amalgama de irrealidades e incertidumbres que Psychodelia les entregaba, hacíamos que éste se pusiese al nivel del protagonista… y esto era bueno.
Hmm… curioso… pero dime. ¿Entonces lo que Isaac estaba sintiendo era la presencia de ángeles de verdad? ¿Con alas y aureola?
No todos los ángeles tienen porqué tener alas y aureola.
¿Entonces debo entender que no puedo entender nada de lo que está sucediendo?
Con que entiendas esto mismo ya entiendes lo que hay que entender.

Isaac descubrió su invisibilidad cuando por mucho que trataba de comunicarse con los habitantes de ese lugar, no había modo de que éstos reaccionaran. Entonces decidió sacarse una fotografía a si mismo con la cámara que poseía, y su inexistente retrato instantáneo le reveló todo lo que necesitaba saber para seguir su estrafalario viaje. ¿Pero cómo podía el chico alcanzar esos anhelados dones, si ni siquiera podía alterar físicamente ese espacio?”.

Esta parte no la terminamos de pulir debido a la falta de tiempo, pero de algún modo queríamos dar algún que otro giro a las condiciones que Psychodelia suponía para el fotógrafo. Se nos ocurrieron varias ideas… no recuerdo por cual terminé decantándome, pero creo que Isaac empezaba a pasar los días vagando por esa urbe en busca de poder hallar esa fuerza pura de perfección que había presenciado en aquella mágica plaza, pero su falta de éxito le empezaba a superar de nuevo. Psychodelia le estaba poniendo a prueba. Entonces sucedía lo siguiente:

Equipado con su inevitable invisibilidad una noche más en la ciudad, el decaído fotógrafo merodeaba por las cercanías de una zona de bares musicales y exposiciones de coches de lujo cuando, de repente, una misteriosa mujer de cabello dorado, vestida con un atuendo de fiesta turquesa iluminado por el neón, se le acercó de imprevisto y le preguntó la hora. El joven ya estaba deprimido… falto de orgullo y motivación; ya ni siquiera tenía ganas de seguir usando esa aparatosa cámara fotográfica que había estado arrastrando todo ese tiempo.
No tengo hora, señorita… —dijo cabizbajo, sin llegar a asimilar el hecho de haber establecido contacto con alguien que, al parecer llevaba consigo esa aura de perfección y pureza, origen de todos los esfuerzos y dolores de cabeza de Isaac König”.

¿Así de simple? ¿Isaac llevaba días buscando esa “cosa”, y resulta que eso se cruza con él por casualidad, y lo lleva una extraña?
Así lo escribimos, sí. Isaac acababa de experimentar su primer encuentro con un supuesto ángel de ese incoherente mundo.

Cuando el joven reaccionó tras ese inesperado evento, persiguió a aquella mujer y trató de llamarle la atención como pudo. Gritó, saltó, trató de cogerla del brazo, pero ya todo regresaba a la normalidad. La invisibilidad e inexistencia volvía a adueñarse del perdido fotógrafo, por lo que su intento de alcanzar a la chica se volvió en vano.

No obstante, y con una férrea perseverancia, Isaac König la siguió hasta uno de los muchos establecimientos musicales de esos cuya fachada contenía tantas luces de colores, que sufrir solamente un ataque de epilepsia se convertía en un verdadero golpe de suerte.

El artista alemán accedió en ese recinto lleno de personajes bailando y bebiendo bajo las vibrantes notas de unas baladas entonadas por un extraño grupo de música que tocaba en directo. Allí dentro todo estaba en constante movimiento; y con esa muchedumbre la búsqueda se torció bastante, pero jamás había estado tan cerca de lograrlo. Sus ojos se llenaban de lágrimas con tan solo pensarlo. Isaac lo había perdido todo en ese viaje, y sabía perfectamente que si alcanzaba ese destello de pureza y perfección celestial, todo lo sucedido y por suceder por fin habría valido la pena”.

No entiendo de qué forma Isaac pretendía “captar” esa fuerza que poseía ese supuesto ángel… ¿También es algo abstracto todo esto?
Isaac ya había enloquecido por completo… .

Encontró a la chica del vestido turquesa bailando ensombrecida con un tipo cerca del escenario que albergaba el grupo de música del local. El demacrado fotógrafo sentía esa magia ya circulando en su sangre; pero necesitaba inmortalizar toda esa luz de algún modo que ni él era capaz de comprender. Pero su invisibilidad era el mayor obstáculo en ese momento. Isaac estaba delante de un auténtico ángel de Psychodelia de carne y hueso, y no iba a tolerar perder esa mágica oportunidad que el destino le había brindado; así que agarró su cámara fotográfica con fuerza, forzándose a mantener la tranquilidad y…”.

...¿Y qué?
¡Y nada!
¿Nada? ¿Me tomas el pelo?
En este punto ese guión dejó de pertenecerme para siempre… ya sabes… problemas internos.
Vale… está bien… ¿Pero nada de nada?
En efecto...
¿Y si me reescribes esta obra entera, pules los imperfectos y le metes un buen final? Creo que podríamos prosperar bastante con este título en nuestros estudios. Evidentemente recibirías tu correspondiente parte...
Ya te dije que esta historia no sería reescrita jamás.
¡Vamos! ¡No me seas “hippie”! ¿No te dará pena guardarte todo esto solo para ti solo y jamás sacarlo a la luz?
Ya no lo creo... ¿Qué más dará ahora?… al fin y al cabo, Psychodelia solo es una atroz ilusión; un espejismo fruto de la cadena interminable de errores de una persona, que jamás debieron haber sido cometidos.




dilluns, 22 de gener del 2018

OBRA DE UN ESTÚPIDO

¿Que si conocí a Chuck? Por su puesto… ¿Quién no conocía a ese idiota? Ese tipo era la persona más estúpida e inútil que jamás he conocido en toda mi vida. De hecho creo que podría estar orgulloso de ser llamado estúpido, pues de entre todos los adjetivos que se dejaban usar para describirle, “estúpido” era un perfecto halago.

Al tipo le gustaba jugar a ser un artista. ¡Realmente se lo creía! ¿No es absurdo? Cuando en realidad el único arte que tenía era el de hacer el ridículo una vez tras otra. Y aún así, sin duda alguna, era un maestro ejemplar del auto-engaño y la eterna ignorancia. Algo tan fuerte que podría llegar a ser hasta admirable si no procediese de tal incompetente ser.

La última vez que le vi sabía que se llevaba algo entre manos. Alguna incomprensible cosa de las suyas. Entonces no le di importancia, pues nada bueno podía estar relacionado con él. Y si te digo la verdad, todos los que le hemos conocido en alguna ocasión hemos temido más de una vez acabar involucrados en uno de sus actos de homenaje y culto a la estupidez humana. Es tan exageradamente humillante… .

El caso es que el tipejo se fue de casa alegre y cantarín, con una incrédula inocencia que inspiraba hasta una inesperada ternura; ternura que se desvanecía cuando recordábamos que lo más tierno que ese ser tenía era su propio encéfalo. Encéfalo que por cierto, aun no ha demostrado su existencia. Algunos comentaban que tenía una cita con alguna persona, humana o no. Yo me decantaba más por los que creían que se iba a comprar churros en la plaza. Al fin y al cabo, el tiempo que un ser humano normal invierte en una cita estándar era exactamente el mismo que tardaba él en salir de su casa, encontrar la plaza, encontrar la tienda de churros, encontrar los churros, pagar los churros, salir de la tienda, marcharse de la plaza y lograr encontrar su casa de nuevo. Y esto si no perdía las llaves.

No le volví a ver hasta la mañana siguiente. Tan deplorable como siempre. Aunque un poco apagado, la verdad. Tengo que reconocer que en ese instante sentí cierta curiosidad por lo que fuera que le estuviese pasando, así que me acerqué a su habitáculo por eso de las dos del mediodía.

Miré por la ventana de su comedor, y entre el cartografiable desorden de trastos y escombros, estaba él durmiendo espachurrado en su sillón; con la boca tan abierta que lo que deberían ser simples ronquidos se convertían en demoníacas cacofonías de película de terror. Entonces, en ese instante me di cuenta que salía humo de su cocina; era obvio que algo se estaba incendiando allí dentro. Golpeé el cristal de su ventana tan fuerte como pude con la intención de despertar a ese desgraciado, pero no existía acto ni catástrofe natural que pudiese interrumpir su plácido sueño. Entonces rodeé su casa y logré acceder a ella por la puerta trasera, que siempre la tenía abierta y no entiendo porqué.

Tras cruzarme con pasillos decorados a base de cuadros colgados con esparadrapo, habitaciones invadidas por osos de peluche y lavabos cuyas condiciones prefiero no describir, llegué a la cocina y no tardé en hallar un microondas bailando claqué entre nubes de humo y descargas eléctricas sobre un sucio mármol que llevaba años sin desinfectar.

Impulsivamente arranqué el cable que unía el cacharro con la corriente. Encendí el grifo, vertí el humeante aparato y abrí la ventana para erradicar la nube de humo que se había generado allí dentro. Finalmente abrí el microondas y lo que había en su interior era un plato de espaguetis con bechamel todo derramado... con su correspondiente tenedor, y un inexplicable teléfono móvil chispeante… ¡menudo estúpido!

Me dirigí al salón para despertar a ese personaje y contarle todo lo sucedido. Ese tipo no solo era un peligro para si mismo, sino que además se había convertido un insulto hacia la coherencia y la evolución humana. Algo ya serio. Pero de camino allí, no pude evitar fijarme en un misterioso cajón desencajado de un mueble en su comedor, lleno a rebosar de papeles y otros objetos que a simple vista no podía reconocer.

Me acerqué allí temiendo encontrar datos bancarios importantes, o algún otro tipo de documento oficial personal. De ese inútil me lo esperaba todo. Pero por mi sorpresa, lo que había allí dentro eran paquetes de regalo que al parecer nunca se atrevió a entregar, y montones de tiras cómicas explicando con dibujos mal coloreados los episodios más estúpidos y vergonzosos de su estúpida existencia. No lucía demasiado optimista ni inocente, la verdad. Parecía ser que Chuck era conocedor e incluso participante de ese boicot que todo el mundo le hacía. Parecía que se había quedado atrapado en un fatídico personaje del que jamás supo renunciar. Bastante extravagante todo esto ¿No?… Y justo en un mueble vecino yacía, todo resplandeciente, un paquete de churros de ayer.

El siguiente día ese tipo salió de su casa como cada día hacía. Creo que iba a comprarse un móvil nuevo, o algo así. Se dejó las llaves puestas en la puerta de su casa, con ambos zapatos desatados, la camiseta del revés, y equipado con esa cara de empanado reconocible a años luz de esta calle. Todo seguía con estricta normalidad. Aunque creo que algo estaba cambiando en mi forma de percibir su “hacer”. Quizás empezaba a entender su estupidez, como otro tipo de inteligencia que todavía no logramos comprender. O quizás simplemente había pasado una mala noche. Aun así, jamás me hubiese imaginado que alguien pudiese llegar sufrir por su propia idiotez; pero al fin y al cabo, ¿Quién en el mundo querría entender lo que hay en la cabeza de un estúpido?

dissabte, 20 de gener del 2018

UN CUENTO EN EL PURGATORIO

Basta una leve brisa para que todo empiece a tomar forma. No se de donde vengo, ni hacia donde voy. No reconozco si ha existido el tiempo antes de este instante. Ni siquiera puedo atribuir una forma física a las sombras que me rodean. Solo sé que soy una pieza más de una infinita cola de oscuros cuerpos andantes que todavía no han despertado y probablemente jamás lo harán.

No muevo ni un solo músculo, si es que hay carne tras la masa de penumbra que me compone; pero aun así mi cuerpo se eleva progresivamente junto a los cientos de individuos que me acompañan. Me encuentro en una especie de cinta mecánica ascendente y la verdad, no comprendo qué demonios he hecho para estar aquí. ¿Dónde estoy? ¿Y qué es lo que quieren de mí?

Aquí dentro, en este desfile de emociones que no logro comprender, todo se ve oscuro y gris. No existe color alguno que apreciar, aunque de hecho ese concepto de “color” se ha borrado totalmente de mi mente racional. Estoy confuso y creo que hambriento; me duele mucho la tripa. ¿Tengo que comer? ¿Por qué debería hacerlo? ¿¡Qué hago!?

Miro a mi alrededor y siento mis vértebras crujir con violencia. Parece que al fin y al cabo hay algo sólido en mí, pero no sé si este hecho me consuela o me dificulta más la situación en la que me hallo: solo y perdido, alzándome en una omnipresente tiniebla y rodeado de personas que ni sé si están vivas, pero se mantienen de pié y se balancean empujadas por las corrientes de aire filtradas en este oscuro canal.

Dominado por la incertidumbre de la situación, empiezo a romper con movimientos lentos y pesados la cola de la que formo parte, haciéndome paso entre el montón de cuerpos moribundos. Sigo subiendo por la cinta, pues los mecanismos de ésta no se detienen bajo ningún concepto, pero ahora me dispongo a recular el trayecto y llegar hasta el origen de esta pendiente; así que empiezo a descender en contra de la multitud a base de tropezados pasos y ahogos, y me adentro en lo absoluto y gélido desconocido de esta realidad en la que he acabado. Cuando alcanzo el final, una inmensa y sombría estación ferroviaria se abre ante mis ojos que todo lo ven oscuro y difuminado.

El gran sótano dónde me encuentro se extiende hasta más allá de lo que mi vista logra percibir. La fila de cuerpos móviles continua firme y ordenada aquí debajo, y recorre de extremo a extremo la estación subterránea; y probablemente siga más allá de ésta, si es que hay algo tras las paredes que me encierran aquí debajo.

Me alejo del torrente humano y trato de estabilizar mi andar a base de seguir con mis pasos las líneas de seguridad dibujadas en el anden, justo al lado de los oxidados raíles que, al parecer, deben llevar años en absoluta inactividad. Quizás como mi misma existencia… . De repente una extraña sensación se adueña de mi devastada consciencia al ver unas figuras temblando en el medio justo de la vía que yace ante mi. Juraría que es miedo lo que me recorre el cuerpo, pero ni siquiera soy capaz de comprender mis propias emociones. Después de todo ¿a qué puede temer uno cuando se despierta y no tiene absolutamente nada? Quizás sea simplemente instintivo.

Eh tu, pardillo. Los “merodeadores” no son bienvenidos en el Purgatorio —me dice una de esas figuras incrustadas en la vía, que resultan ser varios entes de sombra como yo encadenados en las losas del raíl.
¿Qué es un merodeador?
Los que se resisten al juicio… ¡como tu, renacuajo! —exclama otro de los individuos.
¿Qué juicio?
¿Habéis oído chicos? Este tipejo está más perdido que una oveja en una leonera —se burlan.
¿Como puedo salir de aquí? Ayudadme por favor...
¡Encuentra la luz! Ésta es la única opción que le queda a uno para llegar al cielo.
¿La luz? ¿Y dónde puedo encontrarla?
Escapando de estos páramos antes de que “ellos” te atrapen y corras la misma suerte que nosotros.
¿Ellos?
De repente el potente estruendo y el chillido de toneladas de metal rozando con más metal me permiten darme cuenta de que se aproxima un tren a mi andén. Puedo ver los faros acercándose a toda velocidad desde la profunda nada construida por la niebla de este sótano; y cuando menos me doy cuenta, el vehículo ya está cruzando violentamente delante de mis ojos. Chirriante. Haciendo desaparecer de mi vista los tipos que se encontraban atados en la vía.

Las ventanas del tren me permiten visualizar a cientos y cientos de almas prisioneras amontonadas en su interior formando una grotesca masa de cuerpos agonizando que gritan por su salvación.

La desgarradora confusión de esta escena me conmociona por completo. Sigo sin saber como responder exactamente a mis estímulos, pero todos esos seres se encargan de golpear el cristal al verme paralizado en el andén, advirtiéndome de que el destino no me aguarda nada bueno.

Empiezo a correr sintiendo una extraña fatiga y falta de lo que sea que respiro. Y aunque no me giro en ningún momento para mirar atrás, escucho el tren frenarse en la zona donde yo estaba de pie hace un instante. Sus compuertas se abren y unos pasos muy pesados descienden de los vagones; entonces unas súbitas y demoníacas sirenas empiezan a aullar por todo el perímetro. ¡Seguro que vienen a buscarme! Los individuos del raíl ya me lo advirtieron: en este sitio ahora soy una amenaza a erradicar.

La niebla del ambiente se vuelve mucho más espesa y oscura que antes. En realidad empiezo a creer que no se trata de simple niebla, sino de nubes de humo negro procedentes del subsuelo de esta espectral ubicación. Aún así no me detengo. La paranoia y el constante descontrol me impiden mantener una pizca de cordura en este instante. Me siento perseguido y empiezo a sentir fuertes descargas de pánico aturdidor infestando mi mente cada vez que me doy cuenta de que alguien o algo anda detrás de mí y no se va a detener.

Sin saber ni como, accedo a unas largas y oscuras galerías subterráneas de esas instalaciones. Parece una especie de pasillo trastero, pues las paredes de éste están plagadas de armarios bloqueados con cerrojo. En esta zona el humo no parece concentrarse tanto, y este hecho me proporciona una efímera sensación de seguridad de la que no dudo en aferrarme, aunque sea por poco rato.

De entre todas las puertas de los armarios, logro encontrar una, cuyo candado está roto. Al abrirla para tratar de refugiarme en su interior no encuentro otra cosa que todavía más cuerpos sin vida amontonados y encajados entre las ocho esquinas del cajón. Todo aquí debajo parece ser una colosal ratonera. Los muertos están en todas partes y se convierten en un fiel recordatorio de lo que me acecha mientras permanezca atrapado en este infierno.

Unos pasos rompen con la leve serenidad que había conseguido encontrar en este corredor y mi ausente corazón me palpita sangre inexistente. Mi cuerpo se congela al no encontrar el modo de reaccionar en ese preciso instante. Observo la entrada del pasillo por donde recuerdo haber entrado, pero esta vez no logro ver nada. Todo está demasiado oscuro.

Me agarro a mi idea original, a pesar de la incomodidad que me genera, y me hago caber entre los cuerpos desalmados que duermen para siempre en ese claustrofóbico armario. Entonces me encierro dentro en absoluto silencio, y trato de asomar mi vista por la ranura que divide las dos compuertas del mueble. No veo nada; solo sombras que, sometido a tanta sugestión, parecen ocultar miles y miles de criaturas espectrales listas para devorarme. Aun así, los pasos que procedían de la entrada cada vez se sienten más próximos a mi escondite. Ahora puedo asegurar que lo que estoy sintiendo es miedo.

Una figura desconocida se cruza ante mi vista lentamente. No logro visualizar al detalle su aspecto físico. Lo único que puedo asimilar es el aura demoníaca que irradia a su andar. Finalmente, bajo el silencio y la tensión de este breve instante de proximidad, como por acto de un milagro, pasa de largo del armario en el que permanezco oculto. Esto me relaja bastante.

Me quedo escondido un rato más. No se cuanto, la verdad. Prefiero no encontrarme cara a cara con esa aterradora entidad que me rastrea por este “Purgatorio”. Es entonces cuando, explorando con mis ojos cada uno de los rincones de este armario tan lleno de muerte y soledad, encuentro unas palabras rascadas en el interior de una de las compuertas que me mantienen oculto: “Ellos conocen tu mayor miedo y debilidad… nadie escapa de este eterno suplicio”. Ahora me siento más incómodo que nunca. Tengo ganas de llorar, pero la tristeza que siento jamás llega a traducirse en lágrimas. Aún así me siento tan perdido… ¡Voy a salir de este agujero!

Cuando salgo del armario algo ha cambiado. Todo sigue oscuro y tenebroso, más sigo en el mismo pasillo de antes, pero esta vez todos los armarios insertados en las paredes se han convertido en espejos que reflejan mi sombría y desgarrada imagen. Bajo la incertidumbre, me acerco a mi reflejo y me doy cuenta de un detalle espeluznante: éste no tiene ojos en la cara.
Tu memoria se va a convertir en tu mayor tormento —dice el espectro de mi mismo con una fría y susurrante voz—. Disfruta de la eternidad en las sombras.
Montones de afiladas lanzas empiezan a emerger lentamente de las paredes y el techo, con las puntas enfocadas siempre hacia un único objetivo: yo.

Sintiendo el evidente peligro tan cerca de mí, empiezo a correr en busca de la salida de este pasillo; pero las lanzas crecen como raíces allí donde me mueva; como si estuviesen vivas y pudiesen verme huir. Pudiesen oler el temor que desprendo.

Trato de regresar a la gran estación de tren, pero el acceso a ésta se ha desvanecido por completo. En su lugar, un laberinto de pasillos largos y oscuros se convierten en el escenario de mis pesadillas. No me detengo, pues las lanzas siguen creciendo a mi alrededor; y cuanto más asustado me siento, más veloz es su incesante aparición. ¡Debo encontrar la luz que me sacará de todo esto! Pero ni siquiera sé donde estoy. Y aquí dentro empieza a hacer mucho frio.

Corro incansable por los múltiples corredores que, a mi parecer, todos lucen idénticos entre ellos. Las paredes estrechas y los techos bajos son la mayor ventaja de las lanzas que intentan alcanzarme. Afortunadamente soy lo suficientemente rápido como para evitarlas una vez tras otra. Pero aun así no encuentro ninguna salida y esto resulta frustrarte y agotador, y no sé hasta que punto podré aguantar así.

Las lanzas van dejando progresivamente su tarea cuando no me doy cuenta y sigo avanzando ya sin pensar en ellas. Desesperado por mi falta de rumbo. No es hasta que vuelvo a recordarlas conscientemente que no vuelven a amenazarme con sus puntas afiladas. El impacto que me provoca su reaparición resulta tan fuerte y desesperante, que uno de sus filos me roza el brazo violentamente. Me quedo totalmente en shock, pero creo comprender el mecanismo de esta trampa mortal: si pienso en su existencia, existen; si no lo hago, no existen. Parece sencillo, pero no lo es.

Por mucho que me fuerzo a borrar la inminente fatalidad de mi cabeza, lo único que logro es que crezcan más y más las lanzas hasta que seguir avanzando me resulta del todo imposible, pues hay tantas puntas afiladas rodeándome que cualquier ligero movimiento sería excusa suficiente para terminar aquí mi viaje.
¡Vamos deja de visualizarlas! —me digo—. ¡No las mires! ¡Ni se te ocurra!
Varias puntas se empiezan a clavar poco a poco en mis extremidades. Siento el frío y el daño del acero inyectándose en mí, pero aun así no sangro. Jamás hubiese imaginado que aun estar muerto en el mundo, pudiese seguir sufriendo.
Piensa en algo ¡Vamos! ¿Cómo me llamo? ¿De dónde vengo?—. me insisto sin éxito, sintiendo la fuerza de las lanzas desgarrar mis brazos y piernas progresivamente.

De repente un ligero destello de luz a pocos metros de mí logra sorprenderme, a pesar de mi situación. Y gracias a la súbita desviación de mi atención, todas las lanzas retroceden varios palmos de mi. Trato de hacerme hueco entre las astas para poder acercarme a esa misteriosa fuente de luz. Todavía me cuesta dejar de anclar mis pensamientos en esas puntiagudas armas, pero la curiosidad que ese fenómeno lumínico me ha brindado logra eclipsar mis otros problemas.

Llego al origen del anterior destello y las lanzas ya se retiran de nuevo; a pesar de que cuando me giro instintivamente para mirarlas, estas responden volviendo a alzarse bruscamente. Aun así, vuelvo a concentrarme plenamente en esa luz, que resulta proceder de una incandescente bombilla ya apagada. “La luz será tu refugio” son las palabras que leo en una pared, junto a un interruptor que supuestamente dará vida a la bombilla. Alargo mi brazo como puedo, evitando las lanzas que siguen acosándome, y finalmente pulso ese interruptor, suplicando que me saque de esta situación. Suena el “click” y mi cuerpo se destensa, hasta que me doy cuenta de que la bombilla no reacciona. Me enervo en menos de un segundo y, en contra de mi voluntad, mi mente acude a las lanzas de nuevo. Éstas suben disparadas hacia mí como auténticos depredadores nocturnos y, cuando me doy por acabado, la luz se enciende y el acero de las armas se convierte en humo negro. Esta vez me he salvado.

Gracias al brillo de la bombilla encuentro una misteriosa puerta de madera a pocos metros de mí. No se si ésta acaba de aparecer o siempre ha estado allí, camuflada en la penumbra. Al fin y al cabo, ya nada me sorprende de este macabro lugar. En el dorso de dicha puerta hay una inscripción:
El Cielo es para aquellos que reconocen su benevolencia.
El Infierno es para aquellos que admiten su crueldad.
En el Purgatorio se quedan los que se niegan a aceptar lo que realmente son.

Estas palabras carecen de sentido cuando las leo. Desconozco si mi destino estaba en el Cielo o en el Infierno; pero lo que realmente sé es que si estoy aquí, despierto, es por un error de este tenebroso sistema. No mío. Yo no huyo de ningún acto que haya hecho en vida porque ni siquiera recuerdo uno. No sé si he sido una buena persona o he cometido actos despreciables. Tal vez haya escondido muchas cosas… no lo sé.

Cruzo la puerta y me encuentro en medio de una gran llanura de hormigón liso y vacío. Todo luce gris y deprimente. No hay nada más que la plataforma del suelo, un cielo totalmente invadido por las nubes más oscuras que jamás he visto y varios tornados de humo negro sacudiendo las lejanías de este inhóspito paraje de tristeza y abandono.

Camino en línea recta desconociendo e ignorando qué significa este lugar. No parece haber nada a lo que prestar atención aquí fuera, todo es tan lúgubremente monótono que en pocos minutos de travesía ya empiezo a sentir un desgaste y hastío psicológico digno de ser considerado método de tortura.

El cuerpo empieza a pesarme por cada metro que ando, y cada vez me cuesta más responderme cuando me pregunto a gritos si vale la pena continuar en este camino. Sé perfectamente que este sitio está tratando de jugar con mi consciencia. Todo parece ser una ingeniosa trampa armada para terminar con mi capacidad de juicio y fuerza de voluntad. Mi sombra proyectada ya ni obedece a mis gestos. Me siento tan agotado… . Tengo la sensación de que por mucho que camine no avanzo.

Estoy definitivamente perdido. Acabado. No quiero terminar como los cuerpos sin vida que me han acechado durante este viaje; pero cada vez me cuesta más mantener alzada la bandera del optimismo. Entonces recuerdo ese destello de luz que antes me ha salvado. Si incluso en un lugar así existe esa pizca de luminosidad, esto significa que la esperanza sigue viva, por muy densa que sea la niebla que me asfixia. Partiendo de esta premisa, y con un utópico auto-convencimiento, decido andar hasta el final para encontrar por fin la anhelada liberación.

Es así como tras un largo viaje, logro finalmente encontrar en las distancias los límites del escalofriante y despiadado Purgatorio; el final de este campo de cemento uniforme y gris. De este cementerio de almas condenadas al puro sufrimiento. Mis ojos empiezan a derramar verdaderas lágrimas vivas cuando en ellos se reflejan los fulgurantes rayos de luz del tan ansiado Paraíso. Ahora ya puedo dejar atrás toda la oscuridad que he respirado en este infierno, y dejarme abrazar por las últimas pizcas de felicidad que todavía conservaba.

Corro hacia las nubes blancas y resplandecientes que nacen en el horizonte. Ya puedo oír las dulces melodías de la eternidad en paz. Veo a los habitantes del Firmamento gozando en el máximo esplendor de la suprema libertad. Felices y ya sin temor alguno por el que sufrir. ¡Quiero llegar allí! ¡Lo necesito! Ahora me doy cuenta de como ha valido la pena luchar y haber llegado hasta este punto. Hacía mucho tiempo que no recordaba qué era la felicidad. Echaba tanto de menos el calor… .

Los haces de luz me están esperando allí al fondo. Yo sonrío satisfecho, pero entonces todo empieza a nublarse otra vez. Empiezan unas pocas nubes oscuras a infestar el cielo y lentamente una gruesa y rencorosa masa negra borra de mi mapa la deseada meta. Lanzas negras y afiladas vuelven a brotar debajo de mis pies desgastados y mi sombra cobra forma para agarrarme y evitar que pueda seguir adelante.

Estoy presionado. Demacrado; pero aún veo leves focos de luz al final del camino. ¡Debo llegar! ¡No voy a rendirme! Con un último esfuerzo arrastro toda la agonía hacia mi destino, a pocos metros de mí; pero cuando llego, la desolación alcanza su máximo exponente, pues entre los verdes y luminosos campos del Paraíso y yo se abre de repente un monstruoso abismo de aguas oscuras y gigantescas rocas cortantes. El frio vuelve a adueñarse de mí, y la distancia imposible que me separa de la luz se convierte en un profundo vacío. Un vacío de frustración y muerte que hace definitivamente del Purgatorio el origen de este largo viaje, y también su fin.

Me lanzo a las aguas tempestuosas para evitar ser alcanzado por las lanzas crecientes; y entonces empiezo a hundirme con suma rapidez. Mis sentidos vitales se detienen. Ya no tengo salvación, pues no queda modo de retroceder. No queda modo de arreglar nada. Decenas de monstruos marinos me esperan hambrientos en el fondo de este tenebroso abismo, y mis últimas lágrimas son devoradas por el agua. Miro hacia la superficie por última vez, todavía impregnada por la luz, y siento como ésta se burla de mi fatal final. Al fin y al cabo, ésta conocía perfectamente cual era mi inevitable destino. Que nunca le he sido digno. ¿No es así? Como una ilusión banal entre la victoria y el fracaso, aun habiendo luz existente en este páramo, el Purgatorio será para siempre mi hogar. Quizás porque siempre lo ha sido.




diumenge, 14 de gener del 2018

ESTIRA Y AFLOJA (Parte 2)

(Pulsa aquí para leer Parte 1)

La imprevista avalancha había cubierto con capas y capas de nieve todos y cada uno de los metros cuadrados del albergue de Brokenhope. Hacía por lo menos un siglo que no sucedía un evento así en ese remoto lugar, por lo que la precaución por ese tipo de desastres naturales llevaba años olvidada, casi extinta.

Mark Silver intentaba abrir la puerta principal del edificio con gran desesperación y violencia, pero esta había quedado totalmente bloqueada por la masa blanca que le mantenía sepultado en esa gélida tumba invernal. Aun así, el interior del albergue empezaba a ser dominado por una nube de calor procedente de los sistemas de calefacción internos, que seguían activos por ese entonces, y habían perdido todo mecanismo de ventilación.

El vocalista se estremecía de nervios e intentaba con grandes impulsos forzar todas las puertas y ventanas de la planta baja, pero todo esfuerzo resultaba en vano y peligroso. Lanzó puños, sillas e insultos hacia toda posible salida del recinto hasta que por fin se dio cuenta de que esta vez la naturaleza había ganado ese macabro pulso.

Silver se sentó sobre la barra del bar del salón principal del albergue, y como todo el mundo ya había evacuado el edificio, no sintió remordimiento alguno en llenarse un par de copas o tres con el whisky más lujoso que pudo localizar entre las escasas botellas que seguían intactas tras la gran sacudida de hacía media hora. Todo resultaba excesivamente estresante y el calor empezaba a volverse incómodamente sofocante. El hombre se frotó la frente agobiado como ya había hecho en otros momentos de tensión, cuando de repente, unos lentos pasos empezaron a acercarse desde las escaleras del segundo piso.

Mark Silver alzó la cabeza al instante y allí estaba el profesor Fritz Cooper, cojeando con su pierna y cadera demolida.
Tío ¡Menudo susto me has dado! —dijo el músico retirado.
No he encontrado ninguna salida ni en la segunda ni en la tercera planta.
¿Nada?
Nada de nada. Todas las ventanas de los pisos altos están enterradas y tienen rejas de metal. Además, todo el techo del comedor está derrumbado, por lo que no hay modo de llegar hasta los balcones de la segunda planta.
¡Oh mierda! ¡Joder! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó Silver cada vez más dominado por el pánico.
Relajarnos —soltó Fritz—. Y esperar a que nos rescaten.
Con la tormenta que está cayendo ningún equipo de rescate va a tener los huevos de subir hasta aquí en toda la maldita semana.
Vendrán a buscarnos… ya verás —dijo el matemático con forzado optimismo.
Esto si alguien se acuerda de que existimos…

Un extraño grito medio ahogado resonó por los pasillos del albergue hasta alcanzar los oídos de los dos prisioneros de esa cárcel.
¿Había alguien más en el albergue? —cuestionó Silver sorprendido.
No he visto a nadie. Vamos a ver…

Sonaron varios gritos más, pero estos se atenuaron hasta convertirse en leves sollozos de agonía. Procedían del diezmado comedor del segundo piso. Ambos llegaron allí y, fijándose bien, lograron ver un cuerpo enterrado entre las ruinas del techo de la sala.
¡Vamos! ¡Vamos! ¿Porqué no me lleváis ya al infierno, eh? —se decía el tipo a si mismo entre delirios.
¡Oye amigo! ¿Como podemos sacarte de aquí? —gritó Silver tratando de ayudar a ese individuo.
¡No lo hagáis! ¡nunca lo hagáis! He sido un monstruo... —suspiró rechazando la ayuda.
Fue entonces cuando Fritz y Mark lograron ver como un enorme tablón de madera atravesaba la espalda del moribundo tipo. Una herida demasiado grande para poder tener esperanzas.
¡No digas tonterías! ¡Te sacaremos de aquí! —exclamó Silver.
Maté a una niña… no merezco vuestra ayuda… —lloró el tipo— ...he arruinado a tantas familias…
Mark Silver intentó apartar una viga de madera que se cruzaba en la puerta y le impedía el avanzar hasta el tipo, pero Fritz le cogió del hombro para que dejase de esforzarse.
Este hombre no va a sobrevivir… está muy mal herido. Dejémosle irse en paz.
Gracias amigos… mi nombre es Zack Anderson… —dijo el malherido agonizando con su último aliento—. Este edificio es muy viejo… No aguantará mucho tiempo en pie... Buscadme en los listados del Infierno.
A continuación el hombre murió.

De nuevo en el salón principal, la tensión entre los dos compañeros empezaba a crecer junto a la ascendente temperatura que había invadido el aire de aquel establecimiento.

¡Cavemos un túnel en la nieve! Seguro que hay alguna pala o alguna herramienta que nos podría ayudar en este asqueroso edificio —sugirió el cantante.
No seas idiota… no sabemos cuantos metros de nieve cubren el albergue. Lo más seguro es que el túnel ceda y muramos enterrados en la nieve como dos croquetas de supermercado.
Creo que correré el riesgo…
Si calculamos probabilidades, te aseguro que que tenemos muchos más números de que vengan a rescatarnos…
Oye ¡Tu calculas mucho pero no sugieres una mierda! Ya has oído a ese tipo… este edificio va a ceder, así que si no quieres acabar aplastado como un maldito felpudo, será mejor que movamos el culo.
¡Ya lo creo que pienso! Solo que no suelto en voz alta la primera estupidez que se me pasa por la mente. Mira, vamos a actuar con cabeza. Pensar con detenimiento y actuar con seguridad es más eficiente y seguro que movernos por impulso… .

Un fuerte crujido hizo temblar bruscamente toda la estructura del albergue. Las vigas se empezaban a torcer; esta vez el edificio se estaba hundiendo de verdad.
Vale… estamos muertos… —suspiró Silver en las precuelas de la rendición—. ...Y ni siquiera me quedan cigarrillos.
¡No te rindas! Hemos sufrido mucho en nuestras vidas. Ambos lo sabemos de sobras. Merecemos un final mucho más digno ¿No crees?
¿Sabes? Empiezo a creer que me da igual… de todos modos si estamos aquí es porque no tenemos nada que hacer allí fuera ¿no?
Tal vez suene irónico, pero en el fondo creo que si llegamos hasta Brokenhope es porque todavía tenemos una mínima esperanza de volver. Vamos a salir de esta y probablemente nos abriremos un nuevo rumbo mucho mejor que aquel que nos trajo hasta aquí. ¡Ya verás!
Estás delirando…
¡No lo hago! —se defendió Fritz Cooper.
Cuéntame Fritz… ¿Qué malos vientos te condujeron a Brokenhope? Tras lo que pasó en el colegio Marsh Kinney, me refiero...
Es una larga historia… no quiero aburrirte.
¿Es que acaso crees que tengo algo mejor que hacer mientras “espero a que nos rescaten”? —pronunció Silver acentuando las comillas con sus dedos.
Fritz se sentó en uno de los taburetes de la barra del bar y se sirvió un vaso del mismo whisky que Mark Silver se había tomado antes.
Temas de fracaso laboral, básicamente.
¿Aspiraciones fallidas?
Sí, algo así… —dijo mientras se tomaba un trago del contenido de su vaso—. Cuando dejé la docencia quise intentar abrirme paso en el mundo de la neurociencia; una aventura de medio año… pero lo mío eran las matemáticas, y como no se me daba bien explicarlas, decidí usarlas en el estudio de nuevos teoremas basados en la Conjetura de Hodge… algo difícil de explicar. El caso es que tras varios proyectos en la Universidad de Dashville, logré recaudar los fondos suficientes para fundar mi propio centro de investigación y análisis junto a Frank Miller y Ross Armstrong, en ese entonces mis socios.
¿Y que pasó?
Bueno, todo fue bastante bien los primeros años… después, la evidente falta de progreso ralentizó nuestras ganancias hasta anularlas del todo y terminar por perder dinero por cada hora que pasábamos trabajando. Mis socios empezaron a dudar de mi capacidad de control económico y técnico, por lo que a mis espaldas buscaron un modo de forzarme a renunciar a mi puesto de director. Su intención era lograr que dimitiese por mi propia cuenta a base de sabotajes y falseando cartas amenazadoras contra mí. Cuando descubrí sus planes, no tuvieron más remedio que expulsarme del equipo directamente a las malas. Con desprecio y crudeza. Eso me dolió de verdad, pues yo siempre había confiado en ellos.
Esto fue cruel…
Lo fue… traté de no tomarme en serio todo lo que pasó entonces, y busqué modos de rehacer mi vida de una u otra forma; pero el daño ya estaba hecho y esa herida me terminó llevando a una profunda depresión de la que tardé tres años en salir. Y una noche, en los tiempos en que todo volvía a cobrar sentido para mí, causé un grave incidente con el coche: atropellé mortalmente a alguien… ese alguien era mi ex-socio Frank Miller.
Vaya, que suerte la tuya.
No había nadie en la calle esa noche, así que decidí largarme y no asumir ninguna responsabilidad sobre lo sucedido. Entonces esa pregunta empezó a atormentarme día y noche sin cesar…
Espera un momento… ¿Qué pregunta?
Si la muerte de ese hombre fue realmente un accidente o algo que llevaba premeditando desde hacía mucho tiempo… . Entonces decidí aislarme del mundo y llegué aquí, al albergue de Brokenhope; donde los sueños no se hacen realidad porque no existe sueño alguno que soñar.

Mark Silver se sentó en una silla del local y puso los pies sobre la mesa. El calor allí dentro se estaba haciendo insoportable y la esperanza de ser rescatados se diluía por cada segundo que seguían encerrados.
¡Mataría por un cigarrillo!
¿Y ya está? ¿Esto es todo lo que me puedes decir de mi confesión?
Ah si… la historia... no está mal. ¿Cuanto tiempo llevabas esperando a poder decir esa última frase? ¿La de los sueños? Me ha gustado bastante como suena… .
Vale listillo… ¿Porqué no me cuentas tus tormentos y dejas que “Cooper Cuatro-ojos” te purgue de tus pecados?
Creo que me haría falta más de un par de copas para vomitar tanta mierda. Y después un par más para olvidarlo.
¿Qué clase de mierda?
Descontrol, muchas drogas de todo tipo, algún que otro corazón roto… ya sabes, la vida… .

Una nueva sacudida mucho más fuerte reveló la muerte inminente de los compañeros. Las vigas se estaban doblando de forma ya casi antinatural. Toda la tercera planta del albergue ya había sido tragada por el peso de la nieve.

Vamos a morir aquí ¿Lo sabes verdad? —dijo Silver ya con inhumana serenidad.
Pues si vamos a morir aquí, no permitamos que Brokenhope sea nuestra cárcel eterna…
¿A qué te refieres?
¡Libera tus sentimientos! ¡Suelta esa mierda! Si vinimos a Brokenhope a encerrarnos en nuestra mente, no le concedamos ese privilegio. Siéntete libre de vaciar todo lo que tengas que vaciar como lo hacías antes de acabar aquí encerrado, y de este modo Brokenhope jamás será nuestra tumba. ¡Vamos a matar Brokenhope!
¡Está bien! —gritó el vocalista soltando una visible lágrima—. Dame esa botella —imploró a Fritz señalando el whisky.
El matemático se la entregó y Silver la lanzó con fuerza contra la misma pared de los cuadros donde horas antes ese vaso había sido destrozado. Ya habiendo liberado la tensión, Mark Silver se decidió a hablar:
Cuando me expulsaron del colegio, la decepción de mi padre, un prestigioso farmacéutico de mi estado, fue tal… que decidió que yo no era digno de pertenecer a su familia. Así que sin lugar a donde ir, me uní a un colectivo de ocupas nómadas de los suburbios, y con algunos de esos tipos creamos una banda de pop-rock callejera. La llamamos “Stretch n' Loosen”. Y así, bajo este nombre, logramos subsistir tocando en distintos locales dónde nos trataban bastante bien; pero lo que era más importante para mí: podía olvidar el abandono de mi familia.
Debió de ser muy duro…
Años más tarde, con cierta fama en el estado, empecé a meterme en líos tras juguetear con algunas drogas; por lo que terminé casándome con una de las coreógrafas de mi banda a quién no amaba, pero cuya familia tenía tanto dinero que era mi refugio perfecto para evitar los asuntos legales.
Mark Silver entonces empezó a llorar de verdad.
Aun así me sentía tan infeliz, que empecé a perder el control de mí mismo, y entre concierto y concierto, me distraía maltratando y castigando a mi esposa sin piedad. Me había convertido en un auténtico monstruo al que ya no podía frenar de ningún modo.

Cuando esa verdad inevitablemente salió a la luz, los escándalos me obligaron a abandonar el estado y por consiguiente a mi banda, que se las apañó para encontrar a un vocalista mucho mejor que yo. Tras todo eso, habiéndolo perdido todo, me sumergí de lleno en el pozo de las drogas, y no fue hasta un par de años después que no empecé a ver luz en mi vida. Unos antiguos fans míos me encontraron perdido y moribundo en la calle y me consiguieron empleo como “showman” en un local nocturno. Todo empezaba a funcionar de nuevo, pero aun así no lograba separarme de ese fantasma oscuro de mi pasado.

La cosa cambió una noche cuando conocí a una mujer que frecuentaba ese local, de la cual me empecé a enamorar ciegamente. No solo por su belleza, sino porque hallaba en ella una nueva oportunidad de reconstruir todo aquello que ya daba por perdido. Era un verdadero ángel caído del firmamento… Desde entonces, cada vez que la veía llegar con sus amigas yo tocaba las melodías más dulces de mi repertorio; y cuando la veía con algún hombre, simplemente me entraban ganas de explotar en mil pedazos sobre ese escenario. Era tan duro... Siempre había fardado de ser un gallito y todo me había salido mal, y fue en ese entonces cuando descubrí todo lo que me había perdido por mi arrogancia. Y el tiempo fue pasando en mi ceguera hasta que un día por fin decidí abrirle mi corazón a la persona que me regaló un nuevo sentido a todo.
¿Y qué pasó?
¿Que qué pasó? Que ella y su querido prometido se encargaron de ofrecerme muy amablemente una invitación al magnífico albergue de Brokenhope, donde sin esperanzas ni fuerzas terminé; “donde los sueños no son sueños porqué…”, bueno, era algo así… .
Silver se limpió la cara con la manga de su camiseta. Se le veía muy afligido.
Tu historia tampoco ha estado nada mal —se burló Fritz con cierta sensiblidad—. Tiene ese toque tragi-cómico que siempre entra bien un domingo por la tarde.
Silver alzó la mirada y se empezó a reír sonoramente. Los dos individuos rieron un buen rato, pues esas iban a ser las últimas carcajadas de su vida.

El destructivo sonido de la segunda planta derrumbándose inició la cuenta atrás en el temporizador vital de Fritz y Mark. Las vigas ya estaban casi rotas del todo y el calor era infernal. Pedazos de madera y yeso caían del techo cómo si de una lluvia de meteoritos se tratara. Todo temblaba allí dentro, y la nieve ya se asomaba por todos los rincones del salón principal. Cuadros, botellas y mesas cayeron al suelo con dureza. Ese era el final, pero los dos compañeros ya eran libres de todo. Sus almas ya no pertenecían a Brokenhope.

Mark Silver puso en pie una mesa y una de las sillas entre todo el caos de objetos precipitándose sin piedad. Entonces se peinó el pelo con la mano temblorosa y se sentó. Fritz Cooper no acababa de comprender lo que estaba haciendo su amigo.
¡Oye Profesor Cooper! —gritó Silver de repente—. ¿Podrías volverme a explicar cómo resolver las ecuaciones de segundo grado, por favor? Es que la en la última clase no me quedó muy claro.
En ese instante Fritz sonrío emocionado.
Claro que sí Marcus, te lo explicaré todas las veces que haga falta.