dilluns, 26 de febrer del 2018

EMBERS

Todavía me acuerdo del día en el que Embers llegó a casa. Mi madre la trajo en una enorme caja de cartón que un camión había descargado en el porche hacía un par de horas. Yo estaba un tanto asustado, pues jamás había imaginado tener que convivir con un androide tan grande en mi propio hogar; que andaría por mis pasillos mientras yo durmiese y que me prepararía cada mañana el desayuno antes de ir al colegio. Pero al fin y al cabo, eso era el futuro. ¿no?

Desde que mis padres fueron ascendidos en su empleo, perdieron todo el tiempo que les hacía falta para cuidar de mí. Y como alquilar una niñera resultaba una inversión que todavía no estaban preparados para afrontar, se decantaron por las últimas ofertas del mercado de los electrodomésticos del país: “Androides de asistencia personal”. Una inversión costosa, pero que no hacía falta renovar cada mes. Aun así, a mí la idea no me terminaba de convencer del todo. En realidad me asustaba bastante. Había visto las suficientes películas como para saber lo que esas máquinas eran capaz de hacerle a las personas humanas. Pero mi padre me insistía en como de necesario me resultaría esa ayuda en casa, y de que las películas no eran más que estupideces para asustar a los niños pequeños como yo.

Embers imponía bastante respeto. Era grande, fría, llena de brazos y de placas de cromo blanco que recubrían todo su cuerpo cibernético. Y en su rostro totalmente liso, había una escalofriante luz circular que me observaba fijamente.

Buenos días familia Kellen, mi nombre es Embers y voy a ser su nueva asistenta personal. Para ajustar mi configuración a su agrado, pueden acceder al panel de control ubicado en mi dorso. No se olviden de establecer una contraseña secreta para que solo ustedes puedan interactuar conmigo.
Buenos días Embers —respondió mi madre—. Él es Rich, nuestro hijo de 10 años. Tu tarea ahora será cuidar de él mientras nosotros no estemos en casa. ¿De acuerdo?
¡Recibido, señorita Kellen! Usted ha dejado a su hijo Rich en muy buenas manos.

Cuando llegó el Lunes, tuve que afrontar mi primera jornada en solitario con la androide Embers. Mi padre ya había ajustado varios parámetros de su comportamiento para que éste se adecuase a mi comodidad, pero de todos modos algo me resultaba inquietante en esa situación. Yo estaba en mi cama, tapado con mis mantas, y podía oír constantemente las sigilosas ruedas del robot desplazándose por la cocina. Escuchaba los cubiertos tintinear, el grifo encenderse, el lavavajillas, el aceite hirviendo; y todo esto sabiendo que mis padres hacía horas que ya no estaban en casa.

Mi despertador estaba sonando. Era hora de ir a clase, pero no encontraba el momento de abandonar mi cuarto. ¿Y si Embers me estaba esperando para atacarme? ¿Y si no se acordaba de mí e iba a pensar que era un intruso? Supongo que estos robots han estado creados para que este tipo de cosas no sucedan… ¿Pero y si desafortunadamente Embers estaba defectuosa, y sí iba a hacerlo?

Recordé entonces que mi padre le dio la orden de venirme a despertar si yo no me levantaba de la cama a tiempo, así que, sin tratar de afrontar lo inevitable, por fin cruce la puerta de mi habitación y anduve silenciosamente hasta el solitario comedor. A continuación, me asomé por el marco de la puerta de la cocina y allí estaba Embers; tan siniestra, con sus seis extremidades realizando decenas de tareas a la vez y sin percatarse de mi presencia.

No quería decirle nada, porqué tal vez si la asustaba, ésta reaccionaría cortándome la cabeza con un cuchillo de cocina, o algo peor. Pero ni hizo falta decirle nada, ya que de repente, ella giró su cabeza articulada y plantó su ojo en mí. Yo estaba aterrado, más no sabía que demonios hacer en ese instante.

Buenos días Rich; espero que hayas dormido muy bien esta noche. ¿Qué te apetece que te prepare para desayunar?
Eh-eh-m... ¡galletas! ¡galletas de chocolate y un batido, también de chocolate!
¿Sabes que tu mamá no quiere que tomes mucho chocolate para desayunar, verdad?
Yo me quedé sin palabras… estaba muy nervioso porqué tenía razón. Ahora por desobediente me castigaría con sus zarpas de acero cromado.
Pero como tu mamá ahora no está aquí, nunca se va a dar cuenta— dijo sorprendentemente.
En ese instante, creo que empezó a gustarme ese robot.

Los días fueron pasando y cada vez tenía más confianza con la androide Embers. Ella me preparaba mis menús favoritos, me escuchaba cuando no tenía nadie con quien hablar, me ayudaba con los deberes, me hacía preguntas para prepararme los exámenes de la escuela, e incluso falsificaba a la perfección las firmas de mi padre cuando los suspendía y tenía que devolverlos firmados a la profesora. Su cercanía conmigo me fascinaba.

Me acuerdo de un día en el que estaba jugando a cartas con el robot, y mi padre llegó a casa tras haber estado todo el día trabajando.
¿Qué haces, Rich? —me preguntó mientras se quitaba los zapatos.
Estoy jugando a cartas con Embers —respondí.
Me parece muy bien que saques provecho al androide, pero allí fuera hay más gente con la que deberías salir a jugar de vez en cuando. ¿No crees?
Bueno… sí, pero…
¿Eres consciente de que Embers no es tu amiga, verdad? Tan solo es un ordenador programado para cumplir una función específica, y nada más. Jamás le vas a caer bien, porque para empezar, las máquinas no tienen sentimientos. No te tiene ningún aprecio real; solamente lo simula. Nada más.
¿Y como puedes estar tan seguro de esto, eh papá? —respondí con los ojos llorosos.
Pues porqué es la verdad; en la caja ponía “Androide de asistencia” y no “Amiga por encargo”. Haz el favor de salir mañana a jugar con amigos de carne y hueso, y deja que la máquina se encargue de hacerte el desayuno, que para esto la compramos.

Esas palabras me hirieron profundamente. ¿Para qué mentir? Desde ese día, algo cambió en mi forma de ver al robot. Sentía que éste se mantenía mucho más distante a mí; no porqué Embers hubiera cambiado en algo, sino porqué yo lo había hecho. Estaba muy decepcionado conmigo mismo, pero aun así me negaba a creer las palabras de mi padre. No podía dejar que todo aquello que había pasado con Embers se redujese a nada. Estaba convencido de que tras todas esas capas de cromo, acero y cables tenía que haber algo más. ¡Tenía que haberlo! En realidad no lo sé… .

Las semanas pasaron y yo empecé a salir con un grupo de chicos del barrio. Me lo pasaba bien, pero echaba de menos jugar con Embers. Cada día cuando regresaba a casa tenía la esperanza de que se acercase por voluntad propia a mí con la baraja de cartas en una de sus zarpas, o algo así. Sin embargo, lo único que me decía era “¿Qué quieres comer, Rich?”; y cuando yo respondía me soltaba un frío “Recibido, ahora te lo preparo”.

Un día, estando en el parque con mis amigos de carne y hueso, entre los muchos temas de conversación que salían, que podían ir desde videojuegos hasta hamburguesas de pescado, salió el tema de los androides y sus inteligencias artificiales. Tema en el que no pude evitar parar suma atención.
El otro día vi por la tele como un robot de mensajería se cargaba a su jefe y a su secretaria… —dijo mi amigo Uris de repente—. Dijeron que le había entrado un virus, o algo así, y que todo había sido accidental.
¡Hay que ver! Algún día esas máquinas van a exterminar a todos los humanos —soltó Darcy.
¡Oye! Pues Rich tiene un robot en su casa. Seguro que tarde o temprano la palma —dijo esta vez Joe mientras me señalaba burlesco—. ¿Como le llamabas? ¿Embers?
¡Embers jamás me haría esto! ¡Somos amigos, vale! —defendí.
¡Sí claro! Esto dicen todos justo antes de que sus cabezas sean arrancadas de cuajo por esas frías tenazas animatrónicas que, horas antes, estaban preparando la cena —se burló Uris.
¡Claro! Los robots no tienen ningún tipo de compasión con sus frágiles propietarios humanos. ¡Los robots solo son amigos de los robots!

Estuve varias semanas dando vueltas a las inquietantes palabras de mis compañeros. ¡Embers no sería capaz de hacerme eso! Tal vez no tenía las mismas ganas de jugar conmigo que yo tenía de jugar con ella; pero no iba a matarme, por muchos virus o averías que tuviese. Al menos eso era lo que necesitaba creer. A lo mejor si yo fuese un robot las cosas serían muy diferentes… .

Empecé a leer libros y a ver documentales sobre robótica básica, algo bastante absurdo, pues no entendía nada pero fingía hacerlo. Me pasaba los días intentando ser un androide de verdad. Hasta me construí un disfraz de robot con un par de cajas de cartón y un poco de papel de aluminio. Disfraz cuyo aspecto Embers confundió con el de una tostadora. Eso fue penoso.

Pasado ya un año y medio, durante un fin de semana de Noviembre, vinieron unos parientes lejanos a comer en mi casa. Al parecer, estaban esperando un hijo, y querían conocer el funcionamiento de Embers para inspirar su próxima gran inversión. Algo que en realidad no importa demasiado. El caso es que durante esa comida familiar, recuerdo que me preguntaron varias cosas. Típicas preguntas de pariente lejano.
...¿Y cómo te va la escuela, Rich?
Bien.
¿Las notas van bien también?
¡Así es!
¿Y ya sabes qué quieres ser de mayor?
En ese momento creo que tuve un extraño escalofrío. Mi vista se dirigió inmediatamente al salón de estar, donde Embers estaba cargando su batería.
¡De mayor quiero ser un robot! —solté provocando las risas de todos los que yacían en esa mesa, a pesar de estarlo diciendo muy seriamente.

Los meses fueron pasando y mi desmoralización iba en aumento. Mis amigos se burlaban de mí constantemente, y Embers se estaba volviendo cada vez más fría y distante ante mi percepción. A veces le pedía que jugáramos a algo juntos, o me dedicaba a explicarle ocurrencias de mi mente inmadura, y ella siempre aceptaba todo lo que le pidiese, pues su función era esa; pero estaba claro que desde aquellas palabras que me dijo mi padre aquel día, nada había vuelto a ser lo mismo, y eso me provocaba profunda tristeza. Cada vez me costaba menos ver a Embers como la máquina insensible que era, a pesar de todavía depositar toda mi confianza en que eso no era cierto.

Cuando por fin me di cuenta de que jamás iba a ser un androide, por mucho que lo hubiese deseado, una idea algo insólita empezó a rondar por mi cabeza: iba a acceder al panel de control que Embers tenía instalado en el dorso e iba a ajustar aquellos parámetros que la hacían tan gélidamente inhumana. ¡Menudo disparate! Lo más absurdo de todo es que logré con cierta facilidad descubrir la contraseña que mis padres habían insertado en el ordenador del robot y, con ésta en mi poder, en un instante de desesperación y ausencia de mis padres, terminé cara a cara con el cerebro virtual de ese androide que tanto tiempo llevaba ya en mi hogar.

Empecé a manipular varios paneles extraños de configuración que no entendía para que servían. Toqueteé cada una de sus funciones en busca de algo que ni siquiera sabía lo que era; y como era de esperar, algo empezó a ir mal. Varias alertas empezaron a aparecer en el monitor; el sistema se estaba colapsando y eso no podía ser bueno. Yo cada vez estaba más nervioso; no sabía que demonios hacer en ese instante. ¿Debía desconectar el robot? ¿Debía intentar dejarlo todo como estaba antes? ¿Debía salir corriendo?

Poco después las alarmas cesaron y yo me tranquilicé bastante. Dejé de lado a Embers y me fui a mi cuarto fingiendo que nada había pasado. Aun así estaba bastante inquieto por lo que acababa de hacer. Algo me decía que haber entrado en el ordenador del androide no había estado una buena idea.

Un par de horas más tarde, mientras yo escribía unas redacciones para el colegio, empecé a oír movimientos sospechosos del robot. Podía seguir oyendo tintineo metálicos, pero éstos no venían de los cubiertos de la cocina esta vez; éstos venían del taller de bricolaje de mi padre. Ese hecho me provocó verdaderos sudores fríos.

La cosa dio un verdadero giro cuando a la hora de comer, pude oír como Embers me llamaba con su propia voz desde la cocina; algo que hasta entonces nunca había hecho. Aun así, bastante desconcertado y asustado, obedecí a su inesperada llamada y salí de mi cuarto sigilosamente tal y como hice el primer día en el que tuve que estar a solas con ella.

Me acerqué a la cocina y todo el ambiente estaba invadido por una espesa capa de humo negro. Antes de que pudiese ver lo que estaba haciendo el robot, éste me preguntó qué quería para comer. Yo tragué saliva para no ahogarme y dije lo primero que se me pasó por la cabeza ante ese horrible espectáculo de devastación que se abría ante mis ojos temblorosos. Y de repente, de entre la capa de humo pude ver una potente luz de color rojo fijada en mí. Era la mirada de Embers, pero sin embargo esta resultaba perturbadoramente malígna y hostil.
Embers... ¿estás bien? —balbuceé aterrado—. ¿Quieres que llame al técnico?
No me acuerdo de lo que me has dicho que querías para comer, Rich. ¿Puedes repetírmelo por favor? —dijo con una siniestra voz distorsionada.

De repente, de entre el humo que salía de la cocina, aparecieron las extremidades de Embers agarrándose a los marcos de la puerta, y arrancándolos bruscamente de la pared con una fuerza sobrehumana. En ese punto yo estaba paralizado por el miedo que sentía inyectándose en mis venas.

El demoníaco androide salió de la cocina y me arrinconó en una esquina del salón. Dos de sus manos ahora estaban ocupadas por sierras mecánicas del taller de mi padre, que chirriaban como almas torturadas.
¡Embers! ¡Soy yo! ¡Rich! —grité desesperado.
Recibido Rich... ahora te lo preparo con muuucho chocolate… .
¡Embers por favor! ¿No te acuerdas de mí? ¡Soy tu amigo! —insistía mientras las sierras se acercaban ruidosas a mi cuerpo aprisionado—. ¡Embers, no me hagas esto! ¡Yo no quería hacerte daño! ¡Nunca quise!
Recibido Rich... la respuesta es 2,3 periódico… .
¡Embers, por favor escúchame!
Recibido Rich… ¿dónde están papá y mamá?
Los afilados discos de acero ya soplaban ante mi rostro desolado. Ese era el final. ¡Seguro! Mis amigos ya me lo advirtieron, y ahora… ¿Qué diantre podía hacer ahora?
Embers… lo siento muchísimo… de veras.

dilluns, 19 de febrer del 2018

HEXENNACHT

Ya lo estoy sintiendo. ¡Cuanto lo echaba de menos! Esa sensación… ver como empiezo a recuperar los sentidos uno a uno. Volver a oír los cuervos sobrevolando mi tumba y gimiendo con desprecio al no encontrar más que huesos y mugre. Ver de nuevo estos parajes yermos y grises cobrar forma ante mi figura en resurrección, en horas oscuras de brujas y fantasmas. En tiempos de olvido y rechazo. Cuando la luna se alza hasta el bello centro exacto de la cúpula celeste y, por una noche más, la ciencia pierde toda esa coherencia que ayer la convertía en un “todo” creíble, y hoy solo es una mera religión más. ¿Qué poético, no?

30 de Abril; Hexennacht; noche de juerga para todos aquellos que dejamos de pertenecer al mundo. Como me alegro de que por fin haya llegado esta fecha. ¡La “nada” es realmente aburrida! ¡Anda si lo es! Ya podrían haber dejado un par de sudokus por allí, o algún libro medianamente interesante. ¡Bueno… tampoco nos precipitemos, eh! que a veces el vacío absoluto es más entretenido que depende de qué libro. Hablo por experiencia propia.

Creo recordar que el año anterior fue un verdadero desastre. ¡De hecho estoy seguro! Me moría de ganas de hacer de todo a lo largo de la noche… y con la torpeza de las prisas, terminé atascando las cadenas de mi cuerpo incorpóreo en mi misma lápida. Una hora entera necesité para deshacer ese maldito lío y cuando por fin logré salir del cementerio, con cinco horas de margen, decidí hacer una visita a mi tío Donald; mi único pariente. El pobre falleció de un infarto al verme… . Fue una pena, la verdad, porqué le había escrito un poema realmente bonito y conmovedor. En fin… solo espero no encontrármelo esta noche por las calles. La primera noche como muerto viviente es realmente intensa, y no quiero ser yo quien le tenga que resolver dudas cómo “Por qué estoy despierto”, “Cuánto tiempo llevo muerto”, O si se puede uno quedar ebrio después de morir. (Psst… guardadme el secreto... ¡Se puede!).

Este año todo irá mejor. Me siento bastante optimista. Con las seis horas por delante cualquiera es optimista. ¡Tengo cosas tan especiales por hacer!… Y tantas que no llegaré a conseguir… ¡Vale! Esto no ha sonado demasiado positivo. Mejor empiezo a salir de este agujero con cuidado… ¡esto de ser fantasma me mata! Por lo menos las momias y los zombis controlan su morfología física, y saben donde meten las manos... ¿En qué carámbanos estaría yo pensando cuando me metí en la Facultad de Parapsicología y Esoterismo? Es que ese maldito Poltergeist me la vendió tan bien... ¡Menudo cretino! ¡Como llegué a aburrir las “Ciencias del Ectoplasma”! ¡De verdad! ¡Que asco!

Cruzo las rejas del cementerio y me dirijo a la ciudad a paso acelerado. La calle principal está poco transitada esta noche; la mayoría de personas están en los bosques celebrando la efemérides de esta ceremonia. Algo bastante absurdo, pues uno no se da cuenta del valor que tiene hasta que la palma. Pero bueno… los vivos haciendo el muerto por allí, y los muertos haciendo cosas de vivo en sus calles. Suena divertido.

Hace un par de años me encontré en este mismo punto de la ciudad con un desfile de celebridades del mundo paranormal. “Bloody Mary”, “La Chica de la Curva” que no hacía muy buena cara, y hasta el travieso de “Charlie-Charlie” andaba por aquí con su buen par de lápices. Internet ha hecho mucho daño a este mundillo... aunque me atrevería a decir que el cine más… ¡Cómo si los espectros no tuviésemos nada mejor que hacer que ir cerrando puertas por allí, e ir jodiendo a familias poco estabilizadas durante sus mudanzas! ¡Esto es muy racista y ofensivo! Supongo… .

Aún así hay algo que me conmueve en todo esto… hecho mucho de menos ir al cine con amigos, y burlarme de esos espectros de cartón. Hecho de menos relacionarme con gente y poder celebrar esos festivales sin la necesidad de estar involucrado en su significado. Hecho de menos la luz del Sol que me alumbraba cada mañana y entonces no supe apreciar. Bien… ¿Os puedo confiar algo? Llevo la eternidad preparando un plan…: resulta que me explicaron una historia hace muuuchos años, cuando estaba vivo por su puesto; no llevo tanto tiempo muerto…; un relato que narraba las anécdotas de una misteriosa hechicera pagana que vivía en un laboratorio oculto bajo el subsuelo de esta ciudad. Nadie conocía su verdadero nombre, un poco triste, la verdad; pero la mayoría la conocía como la Bruja de Aranei. Famosa por su despampanante belleza sobrenatural, sus deliciosas galletas de manteca bajas en gluten... y sus constantes y mórbidos rituales de sangre que abrían paso a la Tierra a miles y miles de seres del averno sedientos de almas en pena y horripilante muerte y devastación… . Tampoco se le daba mal jugar al tenis.

Detestada por los vecinos de su ciudad, la Bruja de Aranei fue desterrada y encarcelada en un islote de rocas afiladas a dos kilómetros y medio del puerto de la ciudad; palmo más, palmo menos. Se le prohibió estrictamente volver a tierra firme, pues en caso de hacerlo, sería condenada a la hoguera de inmediato; un clásico. Y así fueron pasando los años hasta que la calma y la serenidad regresó a esa pequeña urbe germana.

Pero no contenta con su nueva sentencia de indefinida duración, la hechicera decidió elaborar un último ritual que haría que los habitantes de la ciudad se acordasen de ella para toda la eternidad: una vez al año, durante la noche de Hexennacht, noche por excelencia de brujería y magia oscura, los olvidados muertos volverían a las calles para sembrar el caos y el pánico en la sociedad. Así se vengaría de todos aquellos que la sometieron a tal inhumano castigo. Obviamente el plan no le salió muy bien, que digamos… sí, los muertos despertábamos anualmente, pero de sembrar el caos poca cosa, la verdad… al fin y al cabo no eramos más que los mismos mindundis que habíamos sido en vida, pero un poco más paliduchos y despeinados. A demás, la mayoría pasamos desapercibidos; pues la transparencia no ayuda demasiado a la hora de llamar la atención… esto son cosas que habría que ir puliendo cuando una quiere provocar alborotos de tal magnitud. Pero bueno… y con este espectáculo de absoluta mediocridad termina este relato.

¡Ah, sí! ¡Mi plan para esta noche! ¡Fácil! Encontraré a la Bruja de Aranei antes de que mi tiempo se agote, y le pediré una prolongación de mi despertar. Quiero volver a ver el Sol y sé que solo ella puede concederme ese don… . ¡Quiero volver a ver la vida con mis propios ojos a pesar de llevar tanto tiempo difunto! Estoy cansado de vivir solamente unas pocas horas al año. Llevo literalmente años estudiando su paradero y el modo de llegar. Al principio pensaba que solo era un cuento de charlatanes, y que las brujas no existen en el mundo real; que solo son leyendas que sirven para asustar a los niños… . Luego me acordé de que soy un fantasma y entonces entré en razón.

Hallé tras una exhaustiva investigación la supuesta isla de la hechicera, todo gracias a vender mi alma a un diablo llamado “Google Earth”. Después conocí al Conde “Trip Advisor” y éste me mostró un sombrío sistema de excursiones nocturnas turísticas en barco, cuyo destino es la misma roca que yo andaba buscando. Ahora solo debo llegar al puerto y coger uno de esos barcos. ¿Qué podría salir mal?

A medio camino la cosa empieza a salir mal. Caminando cerca de un pequeño parque de esos que vienen con “pipican” incluido, un grupo de jóvenes humanos encapuchados todavía mortales empiezan a llamarme desde las penumbras proyectadas por un viejo y retorcido roble. Me acerco bastante confuso. ¿Cómo diantre me han visto? Luego me doy cuenta de que están jugando con una vieja y polvorienta “ouija” que, al parecer, me ha detectado como “Espíritu residual genérico”.
¿Cómo que “Residual genérico”? —pregunto furioso.
Oye Hans, creo que he captado una psicofonía… —dice uno de los jóvenes al que parece ser el líder del grupo.
¿Que ha dicho, Morris? —pregunta el llamado Hans.
No lo sé… apenas he podido distinguir su voz. Estaré atento con la grabadora de sonidos a ver si logro captar algo más. ¿Hay algún espíritu residual genérico por aquí? ¡Manifiéstate! —grita el chico.
¡Me cago en tus ectoplasmas! ¡Residual genérico es lo que será tu abuela! —me altero. A continuación, gracias a la carga de energía paranormal de los objetos, puedo coger el vaso que deslizan por el tablero con el que tratan de conseguir palabras, y empiezo a arrastrarlo de canto a canto hasta transcribir todo tipo de insultos en letras. Los chicos se asustan ante los inesperados movimientos de su vaso. No creo que hayan llegado a leer lo que les he dicho, pero me siento satisfecho de haberles proporcionado un mal rato. Pero cuando me doy la vuelta para marcharme de ese parque, un inmenso y ominoso espectro me agarra con sus manazas y me eleva del suelo.
¿Con quién tengo el placer? —digo nervioso tragando inexistente saliva.
Soy la abuelita de Morris… —responde con un gruñido.
Vaya, parece que la eternidad le ha sentado bien… .

Me escurro de entre sus dedos gargantuescos y empiezo a huir hacía los callejones cercanos que yacen infestados de espíritus de todas formas y tamaños. La abuelita cuyos macarrones por si a caso no probaré, empieza a perseguirme arrasando con todo aquel espectro que se entromete o se cruza accidentalmente en la persecución. No es hasta que alcanzo los bosques oscuros de las afueras que no logro perderle de vista. Desafortunadamente este evento me ha desviado totalmente de mi ruta. El puerto debe de estar a varias horas de aquí… ya solo dispongo de cuatro horas y media y, de hecho, no tengo ni idea de dónde me encuentro ahora mismo. ¿Para qué ser optimista si está claro que algo malo va a pasar? Bueno, de algún modo hay que rellenar este cuento ¿no?

Me acerco a unas fogatas que arden en medio de un descampado. Una gran multitud canta, bebe y regurgita cerveza a la luz de las brasas mientras otros bailan con disfraces de brujas, de hechiceros y algún que otro tiranosaurio rex que estaba de oferta. Así solía celebrar yo estas fechas cuanto estaba vivo. Estar aquí me llena de nostalgia y de bilis humana… sobretodo de nostalgia. Me quedaría toda la noche viendo a ese puñado de imbéciles saltando como sapos por encima de las hogueras, pero este año tengo algo mucho más importante que hacer.

Reencuentro las calles y vuelvo al ruedo con ya solamente cuatro horas en el bolsillo. Mi marcha hasta el puerto resulta bastante tranquila, sospechosamente tranquila; pero todo el bienestar se reduce a cenizas cuando me doy cuenta de que mi barco ya ha zarpado hace rato. ¡Por mi alma inmortal! ¿Qué voy a hacer ahora? No pienso esperar un año más para poder avanzar en esto… necesito reaccionar. ¡Necesito arreglar esto inmediatamente!

Veo a un espectro solitario en las lejanías del puerto. Parece un viejo y putrefacto marinero. Por lo de viejo y putrefacto de poco me servirá, ¿Pero marinero? ¡Los marineros tienen barcos! ¿No? Quien sabe…
¡Oye mozo! ¿En qué año estamos? —me pregunta el difunto anciano secretando limo verde asqueroso por todos los orificios de su rostro, que no son pocos… .
¿Por qué quiere saberlo? ¿A caso tiene una cita, capitán? —bromeo.
¡No soy ningún capitán! No sin mi barco…
¿Tiene usted un barco?
¿Si tuviese un barco crees que habría dicho lo que te acabo de decir, maldito holgazán?
No.
Esto está mucho mejor.
¿Tuvo usted un barco, entonces?
¿Si no hubiese tenido un barco crees que te habría mencionado a MI barco, cuya ausencia me deniega el título de capitán?
No.
Así me gusta, que seas racional, chico…
¿Quiere decirme qué le pasó a SU barco?
Si quisiese lo habría hecho.
Necesito una jodida embarcación antes de que termine Hexennacht… estoy buscando a la Bruja de Aranei. Tengo que hablar con ella.
¡Menuda cabeza de chorlito! —me insulta—. ¡A esa mujer no la ha visto ni Popeye! Y mi barco… mi barco fue devorado por un gran tiburón blanco justo antes de arrojarme al agua y masticar mi cara con sus dientes afilados como navajas. Poco te puedo ayudar, más que en darte algún consejo de belleza —dice soltando escandalosas carcajadas.
¿Y sabrías decirme dónde puedo hallar algo para adentrarme en el mar? ¿Algo que flote y que pueda manipular con mis manos gaseosas? ¡Espera! ¡Acabo de tener una idea! Tengo que irme un rato… ahora vuelvo.

En poco más de media hora, me encuentro corriendo a toda velocidad hacia los muelles del puerto, con la agradable compañía de la abuelita de Morris pisándome los talones y haciendo temblar sus grotescos apéndices de translúcida carne muerta justo detrás de mí. Y al llegar al borde del muelle, me lanzo al agua seguido de esa monstruosa masa viviente, cuyo cuerpo empieza a flotar y a moverse con injustificadísima e irracional agresividad, hasta que irónicamente pierde la consciencia. Me sentiría fatal por lo que acabo de hacer, de verdad; pero la abuelita todavía tiene toda la eternidad por vengarse de mí. ¡Ahora ya tengo transporte! La próxima vez mejor trato de no perder el barco… .

Dejo atrás el puerto y al nauseabundo marinero, y empiezo a navegar por las nocturnas aguas del Mar del Norte, usando ese par de monstruosos brazos cómo remos. El viaje resulta un tanto incómodo. ¿Para qué mentir? Cabalgar las olas sobre los lomos de una anciana con problemas de ira, no estaba precisamente en mi lista de cosas por hacer durante esta noche. ¿Pero qué es la vida sino una sorpresa tras otra? ¡Espera! Vida no es la palabra adecuada en mi situación.

Veo las rocas negras del lejano islote apuñalar la sangrienta luna de esta noche. Cuanto alcanzo tierra me despido de mi, ehem... “embarcación”… y me adentro en las tinieblas de ese lugar. Desde aquí puedo ver a los turistas sacando fotos con sus cámaras al monumento dedicado a la Bruja de Aranei.

Ya solamente me quedan diez minutos, y empiezo a sentir como mi cuerpo vuelve a ser reclamado por mi tumba un año más. ¡Se me acaba el tiempo! Me aproximo a ese monumento tallado en roca y de repente, por arte de magia, todos los humanos que se encontraban aquí de excursión desaparecen en una neblina negra que me deja completamente solo en la penumbra, pero súbitamente, un circulo de incandescentes antorchas se enciende a mi alrededor.

Debes estar muy desesperado por haber decidido gastar todo tu valioso pero escaso tiempo solo para llegar hasta aquí —dice una profunda voz masculina procedente de las sombras.
Parece ser que mis amigos están de exámenes y no han podido salir esta noche.
Eres muy gracioso, efímero espectro residual genérico. Espero que tu insensatez no esté a la misma altura que tu estúpido humor.
Pfff cuanto odio este nombre… ¡He venido a ver a la Bruja de Aranei!
De repente, una larga y gigantesca pata de arácnido entra en el círculo iluminado en el que me encuentro, y me hace retroceder un paso aterrado.
¿Qué te hace pensar que la Gran Hechicera de Aranei quiere verte a ti?
No creo que tenga muchas ganas de verme… de hecho, sería bastante extraño que supiera quien soy… .
¡No subestimes sus infinitos dones!
Precisamente es de sus dones de lo que quiero hablar… ¡Necesito tiempo! Necesito que me permita quedarme en el mundo. ¡Estoy harto de la soledad! Hecho muchísimo de menos la vida… .
La gran araña que me acechaba entra entera en el circulo, dejando al descubierto sus rojos ojos que se me acercan.
Esto acojona bastante… —suspiro nervioso.
Dime, pequeño espectro. ¿Qué estarías dispuesto a hacer para que la gran Aranei escuchase tus plegarias?
¡Lo que hiciese falta! ¡Sin duda! Cualquier cosa… no me importaría nada. ¡Lo juro!
Tu ingenuidad es digna de adorar… .

Las antorchas se apagan y entre la oscura niebla se abre un portal de luz blanca. Trato de alcanzarlo, pero mis cadenas están atadas fuertemente en una roca, y no hay modo de deshacer el nudo. ¡Sabía que debería haberme quedado con la simple sábana blanca de toda la vida! Dicho esto, y ya sin nada más que hacer por hoy, me despido de los últimos segundos que me quedan. Ahora ya hasta la próxima vez no habrá nada, más que vacío y soledad profunda. Hexennacht ha terminado un año más.

divendres, 16 de febrer del 2018

HOW TO CRAFT A YORDO

Grabé este vídeo a modo de sorpresa/broma para el décimo octavo cumpleaños de un buen amigo mio… . Espero que os guste y que os resulte interesante y SOBRETODO educativo. Pero por favor, no me lo tengáis en cuenta... ;-).






dimecres, 14 de febrer del 2018

PRESIDIO PERPETUO

Las cosas nunca saldrán bien cuando existe la posibilidad de que no lo hagan. Todo mata... todo hiere... todo destruye… . Cada pregunta formulada sin aparente respuesta; cada desafortunada confesión a destiempo; cada intento de poder cambiar las cosas y lograr por fin volver a casa… ¡No sé ni lo que me digo ya! Todo se está pudriendo dentro de esta sesera.

¿Cuánto llevo aquí encerrado? ¿Un siglo? ¿Tal vez dos? No lo puedo asegurar de ningún modo. ¿Puedes oírme? ¿Todavía respiras allí fuera? ¡No me voy a ninguna parte! No mientras todas esas cosas sigan aquí dentro. Me siento muy solo y enfermo ¡Y sé que todo es por mi culpa! Créeme, lo es… quizás haya nacido para vivir sufriendo. Jamás lo he descartado, y sé que ellos tampoco lo harán; quienes sean que me retienen aquí, entre estos cuatro muros de acromático hormigón que cada día están más cerca de cerrarse del todo para reducirme a simple polvo de humano triste.

¿Cuantas palabras van a hacer falta para poder volver a casa? ¿Por qué cada intento de hacer algo satisfactorio se convierte en un acto de verdadera locura y egoísmo? Todo se distorsiona cuando juegas a crear dioses; esto me dijeron una vez y no quise escuchar esa lección. Y ahora ya es seguro… siento como todo aquello en lo que confiaba me rechaza del todo. Ahora solo soy una carga. Tal vez me lo haya buscado… seguramente... ¿¡Qué diablos me estoy haciendo!?

Siento un leve chorro de agua gélida caer sobre mi cabeza. Debe estar lloviendo. A menudo llueve por aquí. ¡Esto me gusta bastante! Siempre imagino que el agua va a arrastrar alguna de las cosas que andan mal aquí dentro, pero solo es una ilusión. Cómo todo… ilusiones nacidas de la pura idealización. ¡Conozco lo que va a continuación! No hace falta que me lo recuerden… ¿Para qué hacerlo? No me prestéis mucha atención… solamente deliro un rato más, con la cabeza en remojo y el corazón en un puño. Puño… puño… puño… tiene gracia, cuanto más repito esta palabra, más carece se sentido, y más interesante me resulta. Juegos de un estúpido huésped de manicomio a quien ya no le importa el tiempo… .

Tengo que admitir que siempre he sido un monstruo; dentro y fuera de aquí. Un monstruo que vive temiendo a los monstruos… suena bastante irónico, pero no tanto como lo es en realidad. Un monstruo que quiere volver… pero que de aquí no se irá. No tiene modo alguno. Lo que me fascina es que todavía puedo oír esa voz filtrarse entre las grietas de esta pared. Reconozco ese inimitable sonido, te lo aseguro. Perforando cual daga mi alma. Desgarrándome. ¡Llevame a casa! ¡Te lo suplico! Entre tanto frío ya hecho de menos el calor.

Ya sabes lo que dicen ¿no?… cuando llevas mucho tiempo mirando al abismo, el abismo termina mirándote a ti. Seguramente sea por metáforas como estas la razón de que haya acabado así. No me sorprendería demasiado. Pero estad tranquilos… soy consciente de que de este modo tampoco voy a solucionar nada. Solamente duele. Punzada tras punzada uno termina por desesperarse. Oh, bueno… no si éste admite su demencia a tiempo. ¡Como si supiese yo algo sobre la demencia! ¿Qué le vamos a hacer? Pero de mientras aquí sigo… tan cerca de casa y tan lejos a la vez; ciegamente insignificante; un espectro más entre tantos otros millones que no han llegado a nada. Desterrados del mundo por todo aquello que les daba sentido. Resulta muy teatral ¿Para qué engañarse?. ¿Todavía sigues leyendo esto? Cuanto lo siento... .

A lo largo de mi vida he podido recaudar varios adjetivos. He coleccionado bastantes de ellos. Malos y buenos… me atrevería a decir que me considero afortunado en esto, pues juraría que los buenos siempre han predominado en mis estanterías; pero al fin y al cabo son los ominosos los que te terminan definiendo como habitante de esta sociedad. ¡También adoro fingir pesimismo social! Siempre queda todo mucho más dramático si lo oscureces un poco más de lo que es necesario. ¿Ya te he dicho que solamente deliro? Supongo que ya lo sabías… .

Anduve por unos senderos donde todo había quedado totalmente arrasado por la supuesta deshumanización y la insensibilidad. Lugares donde todo estaba mecanizado y distante. ¡Falso calor! Frío como un invierno eterno. ¡Menudo poeta estoy hecho! ¡Que vergüenza! Aún así nunca he dado crédito a nada. No soy nadie para ir dando créditos a cosas que no me incumben. Vale… solamente creo que quise ser más de lo que pude asumir. ¡Vaya calvario! Los demonios vuelven a formar pare de mí; solo era cuestión de paciencia. Nada más.

Por ahora estaré por aquí esperando a que llueva. No sé de qué arrepentirme y de qué no, así que me arrepentiré de todo y ya; con los brazos abiertos, y sin ninguna prisa por nada. Sigo haciendo esas cosas que, con un poco de suerte, yo mismo logro comprender, y sigo empujando lo que sea que haya estado empujando todo este tiempo que he estado aquí en busca de un hogar. ¡Sigo! ¡Ya queda menos para volver a casa! Podría encontrar un camino... por lo menos a esto me quiero aferrar. Es lo único a lo que me puedo aferrar. Después de esto ya solo queda basto desierto. ¡Malditas incoherencias argumentales! ¡Están en todas partes! Y mejor que así sigan. A veces la incertidumbre es una buena aliada. ¡Cómo me gusta la pseudo-filosofía! al usarla hace parecer a uno más profundo de lo que en realidad es. Todos lo saben. ¿Todavía puedes oírme? No lo se... .

Se me acaban las palabras por hoy… y, honestamente, no te molestes en buscar un significado a todo esto, en serio. No vale la pena. Tanto lo que me crea como lo que no, todo lo dicho lo digo por decir. Solo es simple locura no contagiosa. Ahora ya os he entretenido un rato… ya podéis dejarme solo otra vez. ¡Nos vemos otro día!

diumenge, 4 de febrer del 2018

IRIS CAELUM

Querido Harold:

Amigo mío, sé de sobras que siempre has sido una persona escéptica, más nunca has creído nada que tus ojos no te hayan podido demostrar, y ni siquiera así te has permitido confiar; pero si hoy escribo estas palabras, es para contarte algo que va más allá de mi propio entendimiento y raciocinio, y sin embargo me ha cambiado la vida.

Hace cosa de un par de meses, tras el último atraco al banco central de Dashville, si no me falla la memoria, tuve un sueño extraño:

Me hallaba completamente solo en un misterioso templo, patrimonio de una religión que desconozco por completo y que, de hecho, es muy probable que ni exista en el mundo real. Yo estaba allí arrodillado ante una especie de altar de madera blanca, y aun ser abiertamente ateo, no tenía intención de marcharme… al parecer, estaba allí por voluntad propia; creo que estaba esperando a alguien o a algo. Yo rezaba unas misteriosas palabras constantemente… no entendía por qué, ni qué significaban, pero lo hacía sin parar… Iris Caelum. Juraría que eran exactamente estas.

No sé si tienen algún significado auténtico. Solamente logré descubrir que Iris es el nombre de una divinidad griega, y Caelum significa “cielo” en latín antiguo. Una mezcla desconcertante, la verdad… todavía me pregunto cómo mi mente pudo proyectarme estas palabras en sueños si nunca antes en mi vida las había escuchado, y mucho menos usado. Tampoco me obsesioné demasiado en darle un sentido etimológico a todo eso, así que en ese instante decidí dejar de darle importancia.

Unos cuatro días más tarde, la policía del estado llamó a la puerta de la habitación del motel donde me hospedaba. Entonces me asusté bastante, pues aun saber que allí no tenía ninguna evidencia física que me incriminase sobre mis delitos de antaño, ser un fugitivo y encontrarme cara a cara con la pasma no podía llevar a nada bueno.

Un tal agente Nolan me estaba esperando fuera de la sala. Un tipo sarcástico… un tanto frío. Cuando le invité a entrar, empezó a hablarme sobre el tiempo, vinos de la zona, algún que otro atraco masivo… . No hace falta que cuente lo incómodo que me sentía en ese instante, recibiendo todo tipo de acusaciones disfrazadas de ironías de un policía sin pruebas suficientes para detenerme. Me dejó una fotografía sobre la mesilla del salón. “A ver si te dice algo” me dijo antes de partir, mientras se encajaba las gafas de sol en su cara burlesca. “Volveremos a vernos dentro de una semana”.

Llevaba mucho tiempo esperando a recibir esa fotografía. Y haber convertido a ese estúpido agente en nuestro mensajero de correos, resultaba tan humillante que daba hasta cierta risa y vergüenza ajena. En esa fotografía se encontraba el paradero exacto donde mis compañeros de crimen, que al parecer ya habían sido detenidos, escondieron todo el botín tras el último atraco: el patio trasero de un viejo y lejano bar de carretera llamado “Rottenmount's Cantine”.

Que esa fotografía hubiese llegado tan fácilmente a mí, parecía un exagerado golpe de suerte. Una amable jugada de un destino caprichoso que esta vez había decidido sonreírme. Sin embargo esas misteriosas palabras regresaron a mi mente como por arte de magia… ¿¡Y si Iris Caelum tenía algo que ver con todo esto!?

Sin tiempo que perder, preparé mi coche con todo aquello que podría hacerme falta durante la travesía que me aguardaba. Ropa de recambio, un mapa del estado, algo de agua… pero ese extraño nombre que se había manifestado en mis sueños seguía persiguiéndome allí donde yo iba, así que sin opción alguna, también tuve que cargarlo en mi coche.

Ya llevaba varias horas conduciendo por el basto desierto norte-americano y no hallaba escondite de Iris Caelum. Era tan sumamente abstracto que me estaba empezando a asustar, pues aun estar totalmente solo en mi coche, podía sentir desde muy cerca sus suaves manos guiándome por esa infinita carretera. Indicándome el camino correcto que seguir. Ya casi manejando el volante por mí.

Mi corazón dio un giro cuando a media ruta me encontré con un imprevisto control policial rutinario. Nada que temer a menos que lleves un coche robado y seas un fugitivo de la ley en busca de un botín, fruto de un reciente atraco de gran escala… . Los agentes me obligaron a parar, y me pidieron esa documentación de la que yo no disponía. Pensaba que ya no tenía escapatoria, y tengo que admitir que por un momento se me ocurrió huir de un volantazo; aunque no hubiese llegado nada lejos.

La situación cambió de repente cuando una leve brisa rozó mi oreja insinuándome que ella ya se encargaba de todo… tal vez creas que deliro, Harold, pero puedo jurarte por lo que más quiera, que en ese preciso instante, milagrosamente, un camión de mercancías se accidentó con dureza contra una central petrolera muy cercana, y la policía tubo que dejarme marchar y ocuparse de ello. Esta vez estaba claro: Iris Caelum estaba aquí conmigo, y me acababa de salvar.

Arranqué el coche riendo a poderosas carcajadas, dominado por la adrenalina de la situación, y un macabro sentimiento de absoluta confusión inyectándose en mis venas. “¡Bendita seas Iris Caelum!” grité eufórico mientras cada vez estaba más cerca de mi destino.

Entonces me di cuenta de todo: Iris Caelum estaba en todas partes. Iris Caelum se encontraba en los primeros rayos de luz de la mañana que alumbraban mi eterno camino… Iris Caelum estaba en esos pájaros que volaban siempre en esa dirección que yo necesitaba encontrar… Iris Caelum era todos y cada uno de los baches que hacían de mi viaje, una verdadera aventura. Con Iris Caelum me di cuenta de que ya no tenía nada que temer.

Llegué a Rottenmount's Cantine cuando el Sol ya descendía por el oeste, y esa misteriosa fuerza que me abrazaba ya me tenía una resistente pala de acero preparada en el patio trasero del local. Esperé en el coche hasta que vi como los últimos clientes abandonaban el establecimiento, y las luces de la cantina se cerraban por completo para finalizar la jornada. Entonces empecé a actuar silenciosamente.

En poco menos de una hora ya había desenterrado todos aquellos paquetes llenos de dinero que mis compañeros habían enterrado semanas atrás. Eso era mucho dinero.

Regresé a mi vehículo dispuesto a abandonar el estado. Ya sabes como funciona esto… Iris Caelum seguía en mí, pero ya no me molestaba. De hecho se había convertido en algo a agradecer, y con lo que me sentía seguro y caliente. Iris Caelum era un antes y un después en mis experiencias vitales. Algo a lo que no podía dar explicación, pero me explicaba a mi mismo. ¿Difícil de entender, eh?

A pocos kilómetros de abandonar el estado, con la luna sobre mí, me crucé con algo inexplicablemente raro. En una colina próxima se alzaba un solitario edificio que, de no haberlo soñado esa noche en la que Iris Caelum apareció en mi vida, jamás hubiese significado absolutamente nada para mí.

No pude evitar desviarme de la ruta, Harold. La curiosidad podía conmigo y sentía como Iris Caelum me pedía a gritos hacer una visita en ese misterioso templo de ladrillos blancos. Así que movido por sensaciones que nunca antes había conocido, aparqué el coche en un descampado, y caminé hasta la puerta de ese edificio, que lucía descuidado y maltrecho.

Lo que había en su interior me dejó sin palabras… decenas y decenas de niños solos y enfermos me miraban desde todos los rincones de esa extraña iglesia abandonada. Y el único adulto que les acompañaba también se veía enfermo y demacrado, sentado sobre ese altar blanco en el que yo me arrodillaba en mis oníricas. Al parecer, eso era un antiguo orfanato en muy malas condiciones. Lleno de gente que nunca había llegado a conocer la suerte.

En ese instante salí de allí y miré al cielo nocturno pensando en hacer un verdadero disparate. “Iris Caelum ¿Qué debo hacer ahora?” grité al firmamento. Una bandada de pájaros apareció en el lejano horizonte y empezó a posarse sobre el techo del edificio. Rompiendo el silencio sepulcral de esa noche. Entonces lo tuve claro de verdad. Por muy incomprensible que fuesen mis actos, agarré todo el dinero que había desenterrado esa misma tarde, y se lo entregué a aquella gente cuya vida había sido un infierno. Dólar a dólar… centavo a centavo. Todo.

Seguramente pensarás que me volví loco esa noche. Tampoco podría convencerte de lo contrario. Todo el dinero suficiente para diez vidas enteras, regalado… menuda locura. ¿Pero sabes? ¿Para qué quería yo todo ese dinero? Tras todo lo sucedido durante ese viaje, me di cuenta de que no necesitaba nada más si Iris Caelum permanecía acompañándome e iluminándome en las aventuras que todavía estaban por venir. Dando un sentido a mis labores.

No espero que lo entiendas, pero ya nos veremos algún día, amigo.


Anónimo