diumenge, 14 de gener del 2018

ESTIRA Y AFLOJA (Parte 2)

(Pulsa aquí para leer Parte 1)

La imprevista avalancha había cubierto con capas y capas de nieve todos y cada uno de los metros cuadrados del albergue de Brokenhope. Hacía por lo menos un siglo que no sucedía un evento así en ese remoto lugar, por lo que la precaución por ese tipo de desastres naturales llevaba años olvidada, casi extinta.

Mark Silver intentaba abrir la puerta principal del edificio con gran desesperación y violencia, pero esta había quedado totalmente bloqueada por la masa blanca que le mantenía sepultado en esa gélida tumba invernal. Aun así, el interior del albergue empezaba a ser dominado por una nube de calor procedente de los sistemas de calefacción internos, que seguían activos por ese entonces, y habían perdido todo mecanismo de ventilación.

El vocalista se estremecía de nervios e intentaba con grandes impulsos forzar todas las puertas y ventanas de la planta baja, pero todo esfuerzo resultaba en vano y peligroso. Lanzó puños, sillas e insultos hacia toda posible salida del recinto hasta que por fin se dio cuenta de que esta vez la naturaleza había ganado ese macabro pulso.

Silver se sentó sobre la barra del bar del salón principal del albergue, y como todo el mundo ya había evacuado el edificio, no sintió remordimiento alguno en llenarse un par de copas o tres con el whisky más lujoso que pudo localizar entre las escasas botellas que seguían intactas tras la gran sacudida de hacía media hora. Todo resultaba excesivamente estresante y el calor empezaba a volverse incómodamente sofocante. El hombre se frotó la frente agobiado como ya había hecho en otros momentos de tensión, cuando de repente, unos lentos pasos empezaron a acercarse desde las escaleras del segundo piso.

Mark Silver alzó la cabeza al instante y allí estaba el profesor Fritz Cooper, cojeando con su pierna y cadera demolida.
Tío ¡Menudo susto me has dado! —dijo el músico retirado.
No he encontrado ninguna salida ni en la segunda ni en la tercera planta.
¿Nada?
Nada de nada. Todas las ventanas de los pisos altos están enterradas y tienen rejas de metal. Además, todo el techo del comedor está derrumbado, por lo que no hay modo de llegar hasta los balcones de la segunda planta.
¡Oh mierda! ¡Joder! ¿Qué vamos a hacer ahora? —gritó Silver cada vez más dominado por el pánico.
Relajarnos —soltó Fritz—. Y esperar a que nos rescaten.
Con la tormenta que está cayendo ningún equipo de rescate va a tener los huevos de subir hasta aquí en toda la maldita semana.
Vendrán a buscarnos… ya verás —dijo el matemático con forzado optimismo.
Esto si alguien se acuerda de que existimos…

Un extraño grito medio ahogado resonó por los pasillos del albergue hasta alcanzar los oídos de los dos prisioneros de esa cárcel.
¿Había alguien más en el albergue? —cuestionó Silver sorprendido.
No he visto a nadie. Vamos a ver…

Sonaron varios gritos más, pero estos se atenuaron hasta convertirse en leves sollozos de agonía. Procedían del diezmado comedor del segundo piso. Ambos llegaron allí y, fijándose bien, lograron ver un cuerpo enterrado entre las ruinas del techo de la sala.
¡Vamos! ¡Vamos! ¿Porqué no me lleváis ya al infierno, eh? —se decía el tipo a si mismo entre delirios.
¡Oye amigo! ¿Como podemos sacarte de aquí? —gritó Silver tratando de ayudar a ese individuo.
¡No lo hagáis! ¡nunca lo hagáis! He sido un monstruo... —suspiró rechazando la ayuda.
Fue entonces cuando Fritz y Mark lograron ver como un enorme tablón de madera atravesaba la espalda del moribundo tipo. Una herida demasiado grande para poder tener esperanzas.
¡No digas tonterías! ¡Te sacaremos de aquí! —exclamó Silver.
Maté a una niña… no merezco vuestra ayuda… —lloró el tipo— ...he arruinado a tantas familias…
Mark Silver intentó apartar una viga de madera que se cruzaba en la puerta y le impedía el avanzar hasta el tipo, pero Fritz le cogió del hombro para que dejase de esforzarse.
Este hombre no va a sobrevivir… está muy mal herido. Dejémosle irse en paz.
Gracias amigos… mi nombre es Zack Anderson… —dijo el malherido agonizando con su último aliento—. Este edificio es muy viejo… No aguantará mucho tiempo en pie... Buscadme en los listados del Infierno.
A continuación el hombre murió.

De nuevo en el salón principal, la tensión entre los dos compañeros empezaba a crecer junto a la ascendente temperatura que había invadido el aire de aquel establecimiento.

¡Cavemos un túnel en la nieve! Seguro que hay alguna pala o alguna herramienta que nos podría ayudar en este asqueroso edificio —sugirió el cantante.
No seas idiota… no sabemos cuantos metros de nieve cubren el albergue. Lo más seguro es que el túnel ceda y muramos enterrados en la nieve como dos croquetas de supermercado.
Creo que correré el riesgo…
Si calculamos probabilidades, te aseguro que que tenemos muchos más números de que vengan a rescatarnos…
Oye ¡Tu calculas mucho pero no sugieres una mierda! Ya has oído a ese tipo… este edificio va a ceder, así que si no quieres acabar aplastado como un maldito felpudo, será mejor que movamos el culo.
¡Ya lo creo que pienso! Solo que no suelto en voz alta la primera estupidez que se me pasa por la mente. Mira, vamos a actuar con cabeza. Pensar con detenimiento y actuar con seguridad es más eficiente y seguro que movernos por impulso… .

Un fuerte crujido hizo temblar bruscamente toda la estructura del albergue. Las vigas se empezaban a torcer; esta vez el edificio se estaba hundiendo de verdad.
Vale… estamos muertos… —suspiró Silver en las precuelas de la rendición—. ...Y ni siquiera me quedan cigarrillos.
¡No te rindas! Hemos sufrido mucho en nuestras vidas. Ambos lo sabemos de sobras. Merecemos un final mucho más digno ¿No crees?
¿Sabes? Empiezo a creer que me da igual… de todos modos si estamos aquí es porque no tenemos nada que hacer allí fuera ¿no?
Tal vez suene irónico, pero en el fondo creo que si llegamos hasta Brokenhope es porque todavía tenemos una mínima esperanza de volver. Vamos a salir de esta y probablemente nos abriremos un nuevo rumbo mucho mejor que aquel que nos trajo hasta aquí. ¡Ya verás!
Estás delirando…
¡No lo hago! —se defendió Fritz Cooper.
Cuéntame Fritz… ¿Qué malos vientos te condujeron a Brokenhope? Tras lo que pasó en el colegio Marsh Kinney, me refiero...
Es una larga historia… no quiero aburrirte.
¿Es que acaso crees que tengo algo mejor que hacer mientras “espero a que nos rescaten”? —pronunció Silver acentuando las comillas con sus dedos.
Fritz se sentó en uno de los taburetes de la barra del bar y se sirvió un vaso del mismo whisky que Mark Silver se había tomado antes.
Temas de fracaso laboral, básicamente.
¿Aspiraciones fallidas?
Sí, algo así… —dijo mientras se tomaba un trago del contenido de su vaso—. Cuando dejé la docencia quise intentar abrirme paso en el mundo de la neurociencia; una aventura de medio año… pero lo mío eran las matemáticas, y como no se me daba bien explicarlas, decidí usarlas en el estudio de nuevos teoremas basados en la Conjetura de Hodge… algo difícil de explicar. El caso es que tras varios proyectos en la Universidad de Dashville, logré recaudar los fondos suficientes para fundar mi propio centro de investigación y análisis junto a Frank Miller y Ross Armstrong, en ese entonces mis socios.
¿Y que pasó?
Bueno, todo fue bastante bien los primeros años… después, la evidente falta de progreso ralentizó nuestras ganancias hasta anularlas del todo y terminar por perder dinero por cada hora que pasábamos trabajando. Mis socios empezaron a dudar de mi capacidad de control económico y técnico, por lo que a mis espaldas buscaron un modo de forzarme a renunciar a mi puesto de director. Su intención era lograr que dimitiese por mi propia cuenta a base de sabotajes y falseando cartas amenazadoras contra mí. Cuando descubrí sus planes, no tuvieron más remedio que expulsarme del equipo directamente a las malas. Con desprecio y crudeza. Eso me dolió de verdad, pues yo siempre había confiado en ellos.
Esto fue cruel…
Lo fue… traté de no tomarme en serio todo lo que pasó entonces, y busqué modos de rehacer mi vida de una u otra forma; pero el daño ya estaba hecho y esa herida me terminó llevando a una profunda depresión de la que tardé tres años en salir. Y una noche, en los tiempos en que todo volvía a cobrar sentido para mí, causé un grave incidente con el coche: atropellé mortalmente a alguien… ese alguien era mi ex-socio Frank Miller.
Vaya, que suerte la tuya.
No había nadie en la calle esa noche, así que decidí largarme y no asumir ninguna responsabilidad sobre lo sucedido. Entonces esa pregunta empezó a atormentarme día y noche sin cesar…
Espera un momento… ¿Qué pregunta?
Si la muerte de ese hombre fue realmente un accidente o algo que llevaba premeditando desde hacía mucho tiempo… . Entonces decidí aislarme del mundo y llegué aquí, al albergue de Brokenhope; donde los sueños no se hacen realidad porque no existe sueño alguno que soñar.

Mark Silver se sentó en una silla del local y puso los pies sobre la mesa. El calor allí dentro se estaba haciendo insoportable y la esperanza de ser rescatados se diluía por cada segundo que seguían encerrados.
¡Mataría por un cigarrillo!
¿Y ya está? ¿Esto es todo lo que me puedes decir de mi confesión?
Ah si… la historia... no está mal. ¿Cuanto tiempo llevabas esperando a poder decir esa última frase? ¿La de los sueños? Me ha gustado bastante como suena… .
Vale listillo… ¿Porqué no me cuentas tus tormentos y dejas que “Cooper Cuatro-ojos” te purgue de tus pecados?
Creo que me haría falta más de un par de copas para vomitar tanta mierda. Y después un par más para olvidarlo.
¿Qué clase de mierda?
Descontrol, muchas drogas de todo tipo, algún que otro corazón roto… ya sabes, la vida… .

Una nueva sacudida mucho más fuerte reveló la muerte inminente de los compañeros. Las vigas se estaban doblando de forma ya casi antinatural. Toda la tercera planta del albergue ya había sido tragada por el peso de la nieve.

Vamos a morir aquí ¿Lo sabes verdad? —dijo Silver ya con inhumana serenidad.
Pues si vamos a morir aquí, no permitamos que Brokenhope sea nuestra cárcel eterna…
¿A qué te refieres?
¡Libera tus sentimientos! ¡Suelta esa mierda! Si vinimos a Brokenhope a encerrarnos en nuestra mente, no le concedamos ese privilegio. Siéntete libre de vaciar todo lo que tengas que vaciar como lo hacías antes de acabar aquí encerrado, y de este modo Brokenhope jamás será nuestra tumba. ¡Vamos a matar Brokenhope!
¡Está bien! —gritó el vocalista soltando una visible lágrima—. Dame esa botella —imploró a Fritz señalando el whisky.
El matemático se la entregó y Silver la lanzó con fuerza contra la misma pared de los cuadros donde horas antes ese vaso había sido destrozado. Ya habiendo liberado la tensión, Mark Silver se decidió a hablar:
Cuando me expulsaron del colegio, la decepción de mi padre, un prestigioso farmacéutico de mi estado, fue tal… que decidió que yo no era digno de pertenecer a su familia. Así que sin lugar a donde ir, me uní a un colectivo de ocupas nómadas de los suburbios, y con algunos de esos tipos creamos una banda de pop-rock callejera. La llamamos “Stretch n' Loosen”. Y así, bajo este nombre, logramos subsistir tocando en distintos locales dónde nos trataban bastante bien; pero lo que era más importante para mí: podía olvidar el abandono de mi familia.
Debió de ser muy duro…
Años más tarde, con cierta fama en el estado, empecé a meterme en líos tras juguetear con algunas drogas; por lo que terminé casándome con una de las coreógrafas de mi banda a quién no amaba, pero cuya familia tenía tanto dinero que era mi refugio perfecto para evitar los asuntos legales.
Mark Silver entonces empezó a llorar de verdad.
Aun así me sentía tan infeliz, que empecé a perder el control de mí mismo, y entre concierto y concierto, me distraía maltratando y castigando a mi esposa sin piedad. Me había convertido en un auténtico monstruo al que ya no podía frenar de ningún modo.

Cuando esa verdad inevitablemente salió a la luz, los escándalos me obligaron a abandonar el estado y por consiguiente a mi banda, que se las apañó para encontrar a un vocalista mucho mejor que yo. Tras todo eso, habiéndolo perdido todo, me sumergí de lleno en el pozo de las drogas, y no fue hasta un par de años después que no empecé a ver luz en mi vida. Unos antiguos fans míos me encontraron perdido y moribundo en la calle y me consiguieron empleo como “showman” en un local nocturno. Todo empezaba a funcionar de nuevo, pero aun así no lograba separarme de ese fantasma oscuro de mi pasado.

La cosa cambió una noche cuando conocí a una mujer que frecuentaba ese local, de la cual me empecé a enamorar ciegamente. No solo por su belleza, sino porque hallaba en ella una nueva oportunidad de reconstruir todo aquello que ya daba por perdido. Era un verdadero ángel caído del firmamento… Desde entonces, cada vez que la veía llegar con sus amigas yo tocaba las melodías más dulces de mi repertorio; y cuando la veía con algún hombre, simplemente me entraban ganas de explotar en mil pedazos sobre ese escenario. Era tan duro... Siempre había fardado de ser un gallito y todo me había salido mal, y fue en ese entonces cuando descubrí todo lo que me había perdido por mi arrogancia. Y el tiempo fue pasando en mi ceguera hasta que un día por fin decidí abrirle mi corazón a la persona que me regaló un nuevo sentido a todo.
¿Y qué pasó?
¿Que qué pasó? Que ella y su querido prometido se encargaron de ofrecerme muy amablemente una invitación al magnífico albergue de Brokenhope, donde sin esperanzas ni fuerzas terminé; “donde los sueños no son sueños porqué…”, bueno, era algo así… .
Silver se limpió la cara con la manga de su camiseta. Se le veía muy afligido.
Tu historia tampoco ha estado nada mal —se burló Fritz con cierta sensiblidad—. Tiene ese toque tragi-cómico que siempre entra bien un domingo por la tarde.
Silver alzó la mirada y se empezó a reír sonoramente. Los dos individuos rieron un buen rato, pues esas iban a ser las últimas carcajadas de su vida.

El destructivo sonido de la segunda planta derrumbándose inició la cuenta atrás en el temporizador vital de Fritz y Mark. Las vigas ya estaban casi rotas del todo y el calor era infernal. Pedazos de madera y yeso caían del techo cómo si de una lluvia de meteoritos se tratara. Todo temblaba allí dentro, y la nieve ya se asomaba por todos los rincones del salón principal. Cuadros, botellas y mesas cayeron al suelo con dureza. Ese era el final, pero los dos compañeros ya eran libres de todo. Sus almas ya no pertenecían a Brokenhope.

Mark Silver puso en pie una mesa y una de las sillas entre todo el caos de objetos precipitándose sin piedad. Entonces se peinó el pelo con la mano temblorosa y se sentó. Fritz Cooper no acababa de comprender lo que estaba haciendo su amigo.
¡Oye Profesor Cooper! —gritó Silver de repente—. ¿Podrías volverme a explicar cómo resolver las ecuaciones de segundo grado, por favor? Es que la en la última clase no me quedó muy claro.
En ese instante Fritz sonrío emocionado.
Claro que sí Marcus, te lo explicaré todas las veces que haga falta.




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