dimarts, 9 de gener del 2018

SUJETO 32

 “Sujeto número 32 en circulación. Abriendo cámara de armamento REM. 0 anomalías detectadas durante el último escaneo. Área limpia y restaurada. Iniciando test psicotécnico en 3… 2… 1.

Bienvenido a la cámara REM. ¿Puedes recordar tu nombre?
No recuerdo mi nombre. Mi identificación es “Sujeto de pruebas número 32”.
¿Cuantos años tienes?
12 años. Pero esto no importa.
¿Experimentas algún tipo de mareo, arritmia o migraña?
Negativo.
¿Que es lo que más te gusta del mundo?
El pastel de arándanos. Sin duda alguna.

El Sujeto número 32 cumple con todos los requisitos del protocolo. Test psicotécnico superado al 100%. Procedemos con las pruebas de armamento REM. Todos sus movimientos deberán ser estrictamente registrados y anotados. Iniciando test físico en 3… 2… 1”.

El Sujeto 32 fue trasladado a una celda de cristal totalmente vacía y pulcra, cuyo único contenido era una caja de metal ubicada meticulosamente en el centro del camarote.
Hola, Sujeto de pruebas número 32 —dijo una súbita voz procedente de unos altavoces de la sala—. Soy la doctora Teresa Lars; tu asistente de ensayos . Estoy aquí para orientarte durante las pruebas. Limitate a seguir mis instrucciones y no vamos a tener ningún problema ¿De acuerdo?
El chico asintió con la cabeza, pues no tenía alternativa. Así que tras oír esas palabras, y sin recibir ninguna nueva orden, decidió acercarse lentamente al recipiente metálico que le acompañaba en esa pequeña celda de muros transparentes, y lo analizó con los ojos tan detalladamente como pudo. No osó tocarlo ¡Para nada! No quería ningún problema con Teresa Lars. Ninguno. Y entonces…
Muy bien, Sujeto de pruebas 32, ahora deberás usar tu fuerza para abrir la tapa de esta caja. Hazme saber cualquier tipo de molestia muscular u ósea que experimentes durante el proceso.

El muchacho fijó su vista de nuevo en la lámina de metal que formaba la tapa de aquel recipiente que reposaba ante él. A continuación, y sin ningún tipo de meditación ni ánimo de perder el tiempo, agarró con suma rigidez aquella caja y con toda la fuerza que sus débiles brazos le ofrecieron, tiró de la tapa hasta lograr separarla del cuerpo del recipiente, y dentro de este solamente había un botón rojo, cuya única utilidad era indicar el final de la prueba.

El niño pulsó el interruptor con cierta duda y con gran terror a la desobediencia. Todo le había parecido demasiado sencillo, por lo que se le rizaba el pelo con solo pensar que podía haber hecho alguna cosa mal, a pesar de haber seguido paso a paso las breves instrucciones recibidas.
Bien hecho, Sujeto de pruebas número 32. Entiendo que si no me has informado de nada, es porque no has experimentado ningún tipo de interferencia física ¿me equivoco?
El chico se limitó a afirmar lo dicho.

El Sujeto número 32 no ha mostrado signos de molestia ni dolor ante la caja electrificada. Posible anomalía detectada en su sistema nervioso central. Improvisando prueba de estímulos básicos. Área parcialmente limpia y restaurada al 81%. -10 minutos de margen. Iniciando prueba extraordinaria de estímulos básicos en 3… 2… 1”.

El sujeto se movió hasta una celda vecina un tanto diferente a la anterior. Ya no había cajas de acero que abrir. Esta vez aquello que le acompañaba era un monstruoso perro negro rabioso, con los ojos totalmente desorbitados, y unos colmillos como navajas bañadas por apestosa saliva y espuma amarillenta. Afortunadamente para el niño, un desfile de barras de hierro alineadas en el centro de la cámara le separaban y protegían del ominoso animal.

En el momento en que el perro se percató de la presencia del infante, éste reactivó una notable agresividad, y se abalanzó como el depredador que era, hacia el muchacho. Siendo frenado violentamente por los barrotes de protección. El Sujeto 32 empalideció de repente ante tal feroz espectáculo. No se había dado cuenta, pero retrocedió hasta que su espalda golpeó con la pared de cristal de esa celda cúbica.
Dime que estás sintiendo ahora, Sujeto número 32 —imperó la llamada Teresa Lars.
¡Miedo! —balbuceó el chico sin dudarlo, observando a esa fiera revolotearse y empotrarse contra la barrera de metal que les separaba—. Tengo mucho miedo.
Perfecto. ¿Puedes hacerme un favor, cariño?
El chico asintió.
Acerca tu manita a ese perrito ¿quieres? —pidió la asistente de pruebas.
Con ciega obediencia, el Sujeto 32 avanzó lentamente hacia el monstruoso ser que le esperaba tras las vallas babeando cascadas de moco y mugre de laboratorio. Y cuando se hallaron cara a cara el uno con el otro, la criatura dejó de gruñir creando un silencio y una tensión digna de película de terror. El niño alzó su mano temblorosa con lentitud. No quería que el perro interpretase sus gestos como una amenaza. Entonces, tratando de mantener la serenidad y aguantando la respiración con un esfuerzo sobrenatural, el muchacho empezó a acercar su pequeña mano al hocico del animal, que permanecía en un incómodo silencio. Y seguidamente, en un abrir y cerrar de ojos, todo quedó salpicado de sangre, y varios dedos del niño fueros brutalmente arrancados de su extremidad. El niño empalideció del todo.

¿Sientes dolor en tu mano, Sujeto de pruebas 32? —preguntó de repente la voz de Teresa Lars.
N-n-no siento n-nada… —dijo el pequeño en absoluto shock—. Solo siento el cos-s-squilleo de la sangre derramándose. Creo que m-me estoy mareando… .
Estamos impregnando el aire de esta celda con neuro-estimulantes muy potentes. En breves sentirás el dolor de esta herida. Buenas noches Sujeto de pruebas número 32; que sueñes con los angelitos. Nos vemos mañana.
En cuestión de minutos, el joven empezó a cobrar poco a poco la correspondiente agonía de su amputación. Entonces todo se empezó a volver un insoportable infierno de punzante y incandescente dolor, y el Sujeto 32 empezó a revolcarse por el suelo totalmente dominado por el crudo sufrimiento y la falta de riego sanguíneo en su insignificante cuerpo de hombrecillo apagado. El tormento se mantuvo vivo hasta que por fin el niño perdió la consciencia. Entonces en esa celda solo quedó un perro. Un perro que ya había cenado.

El Sujeto de pruebas número 32 ha reactivado su sistema nervioso en su totalidad. Test de estímulos básicos superado al 100%. Preparando prueba definitiva de armamento REM. Área limpia y restaurada. Trasladando cuerpo. Programando inicio de prueba final a las 5:00 de la madrugada”.

El Sujeto 32 se despertó antes de la hora programada. Este tipo de errores jamás solían ocurrir en un entorno tan estrictamente controlado y artificial como era ese; pero acababa de ocurrir y el riesgo que eso suponía era impredecible, hasta para las mentes más precisas y calculadoras que había detrás de ese proyecto. Quizás fuese por la inestabilidad mental del sujeto, o por haber improvisado un test anteriormente en una sala que no estaba restaurada por completo; pero hoy el niño ya había despertado.

Se encontraba inmóvil y solo en un lugar totalmente oscuro. Nada era perceptible en esa densa penumbra que envolvía al joven. Lo único que existía en ese instante no era más que su vacía consciencia, y el escozor de su mano masacrada, que ya había sido desinfectada y tratada por los médicos mientras él había estado durmiendo.

De repente, una súbita voz se alzó entre las neuronas aturdidas del niño:
¡Oye! ¿Me escuchas? ¡Dime algo!
¿Se puede saber quién eres? ¡Maldita sea! ¿Qué me está pasando? —dijo el Sujeto 32 desconcertado y débil.
Soy el Sujeto de pruebas número 31. ¡Estás en grave peligro! Cuando empiece la prueba final de armamento REM vas a sufrir una muerte espantosa.
¿Qué significa todo esto?
Fue tarde para mí; el Sujeto número 30 intentó avisarme, pero no le hice caso. ¡Somos ratas de laboratorio, hermanito! Hemos sido creados y manipulados por esa gente de ahí fuera para probar con nuestras vidas y nuestros cuerpos todo tipo da armas, fármacos y trampas de guerra. ¿Es que no te das cuenta? Eres el número 32, porqué los 31 anteriores ya hemos caído. Y te juro que cómo no me hagas caso ahora va a haber muchísimos más como nosotros aquí… .
No puedo desobedecer a Teresa Lars. No quiero problemas con ella…
¡Idiota! ¿No ves que te están controlando para hacerte más dócil?
¿Y qué debo hacer entonces?
Recuerda todo lo que te diré… —dijo la voz espectral del Sujeto 31 muy seria—. A las cinco en punto empezará la prueba, y vas a ser enviado a un circuito plagado de trampas mortales de todo tipo. Las pruebas REM se basan concretamente en celdas de tortura experimentales y… el caso es que antes de ser calcinado por un cañón de fuego, pude ver una rejilla de ventilación oculta justo en el punto de salida, tras el pasillo de las sierras mecánicas. Sobrevive a ese pasillo y huye tan rápido cómo puedas por esos conductos…
¿Y si no sale bien?
Si no sale bien… cuéntale al Sujeto número 33 todo esto que te he explicado.
Sujeto número 32 listo para ser reanimado a la hora prevista. Todo preparado y supervisado. Iniciando prueba definitiva de armamento REM en 3… 2… 1”.

Las luces se encendieron en la nueva celda del Sujeto 32; y junto a ellas, miles de engranajes empezaron a crujir por todos los rincones de ese lugar. El niño se levantó del suelo asombrado, y visualizó por primera vez su mano descuartizada, cuyas heridas ya habían cicatrizado, y todo resultaba menos desagradable y doloroso que la última vez. Entonces, azotado por su instinto de supervivencia, se encaró a la pared más cercana y empezó a golpearla gritando en busca de una inexistente ayuda.

La plataforma que formaba el suelo de la sala se abrió por completo, y el niño, sorprendido por la súbita trampa, se precipitó hasta caer a una extraña piscina subterránea. Cuando salió, toda su ropa estaba empapada en un piso tan pulido que uno podía resbalar sin ni siquiera estar de pie. Aún así, el joven se las apañó para alzarse y contemplar el brutal escenario que se abría ante él. Una colosal cúpula llena de estructuras inmensas con caminos, puentes y pasillos cubiertos y por cubrir, que albergaban todo tipo de artefactos de destrucción construidos exclusivamente para matar al pequeño. Un verdadero circuito de los horrores. Una macabra atracción de feria con entrada, pero sin salida alguna.

El Sujeto 32 se quedó observando el punto de partida. Un pasillo oscuro que conducía directamente a la garganta de ese castillo de acero letal. No tardó en asociar dicho corredor con el mencionado “Pasillo de las sierras”. Sin embargo, no había ninguna sierra por allí que diese sentido a ese nombre, por lo que el niño supuso que se trataba de algún tipo de trampa sorpresa o algo así. Esto si el Sujeto 31 no le había engañado.

Afortunadamente, no tardó en localizar una intermitente luz roja oculta en un sector de la pared del pasillo. Seguro que era una especie de detector de movimientos, o algo así. El muchacho se sacó uno de sus zapatos de esos que le dieron en el laboratorio, y lo catapultó con sus brazos hacia esa misma luz; y en el momento en que el objeto acarició mínimamente el suelo, decenas de hojas afiladas salieron del suelo y recorrieron todo el pasillo de arriba a bajo hasta volver al inicio y ocultarse de nuevo. El zapato del niño quedó hecho trizas.

Esta vez, sin tiempo que perder, y sabiendo que el Sujeto 31 pudo sobrevivir a esa trampa, el niño decidió coger carrerilla y jugárselo todo a una carta. Iba a cruzar ese pasillo tan rápido como pudiese antes de que las sierras le ganasen esa carrera. Se llenó los pulmones con todo el oxígeno que pudo almacenar y, sin prestar atención a sus temores, empezó a correr en línea recta activando los sensores del pasillo. No podía mirar atrás, pero podía sentir esas silenciosas cuchillas circulares rozándole los talones a medida que los metros caían. Finalmente, y siendo casi devorado por esa despiadada máquina, el Sujeto 32 aprovechó sus prendas húmedas para deslizarse por el suelo y por fin salir del rango de la emboscada. Cuando llegó a su meta, pudo ver las cuchillas retroceder y hundirse en el suelo del pasillo de nuevo. ¡Que alivio!

La rejilla de ventilación estaba bastante camuflada e instalada estratégicamente en un lugar que resultaba casi imperceptible; pero el niño gozaba de la información necesaria para buscarla y ser capaz de poderla hallar. Tiró con su mano, ayudándose también con los fragmentos de dedo que quedaban en su muñón hasta que la rejilla saltó y el infante pudo introducirse en su interior; tarde para ver que ya conocían su paradero, y que estaban aumentando la temperatura de esas tuberías.

El niño gateó por los conductos en busca de una salida que le salvase de ese infierno ardiente. Todo estaba empezando a quemar mucho, y la piel del niño se estaba degradando más y más por cada minuto que pasaba allí dentro. Eso se había convertido en un autentico horno para humanos desobedientes. Pero entonces, por acto de la más pura casualidad, la tubería por donde el sujeto circulaba se desprendió de su estructura sujetada en el techo, y el niño cayó de nuevo; pero esta vez no impactó sobre el agua de una piscina; esta vez cayó sobre el mismísimo escritorio del despacho de la doctora Teresa Lars. Una casualidad realmente desconcertante.

Teresa quedó totalmente asombrada cuando el niño apareció de la nada, y se levantó ante ella con la piel escaldada y rodeado de pedazos de metal y copos de polvo. Ambos se miraron envueltos en un tenso hilo de silencio que duró varios segundos; y entonces el niño se lanzó hacia ella agarrando un afilado pedazo de hierro procedente del conducto derrumbado, amenazando con su filo el pálido cuello de la mujer.
¿Por qué me has hecho esto? —gritó el muchacho desconsolado.
Porqué esta es tu función en este mundo, cariño.
¡Mientes! ¡Solamente dices mentiras! Me habéis espiado, manipulado y utilizado para probar vuestras máquinas de tortura, sin darme ni una sola posibilidad de poder vivir. Eres un monstruo Teresa Lars. ¡Esto es lo que eres!
¿Acaso un monstruo haría un pastel de arándanos tan delicioso como el que hay en esa mesilla? —Sonrío con malicia la doctora mientras señalaba con la vista el otro extremo del despacho.
Un suculento olor empezó a invadir las fosas nasales del Sujeto 32. Teresa Lars no estaba mintiendo ¡no! Allí había un pastel ¡y de arándanos! Eso era fascinante… el niño sabía que era hora de terminar con ese suplicio; la doctora debía pagar por lo que le había hecho, y por lo que hizo a los 31 sujetos que murieron aquí de formas horribles; ¡pero es que era verdad! ¡Había un pastel de arándanos en la mesilla! ¿¡Por qué!? ¡Basta! ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, si! Vengar a los sujetos y… ¡Maldita sea, que buen olor! ¡Que demonios! El Sujeto de pruebas número 32 dejo caer suavemente el trozo de acero y se acercó a ese deliciosa tarta hipnotizado por la esponjosa imagen de esa anhelada obra de la gastronomía. Teresa Lars se recompuso al instante, agarró la pistola que ocultaba debajo de la mesa y reventó de un seco balazo la tapa de los sesos de ese crío.

Prueba de control mental remoto superada al 100%. El Sujeto número 32 ha cumplido a la perfección con los actos y el comportamiento diseñados y asignados durante todo el transcurso de la prueba REM. 0 errores localizados. Tiempo exacto: 15 horas, 12 minutos y 50 segundos. Reconstruyendo y reanimando el cuerpo del sujeto. Implantando bancos de memoria en su sistema nervioso... Sujeto número 33 en circulación. Abriendo cámara de armamento REM. 0 anomalías detectadas durante el último escaneo. Área limpia y restaurada. Iniciando test psicotécnico en 3… 2… 1”.



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