dijous, 28 de desembre del 2017

EZKIZOFRENIK_S

 —El otro día el tipo del televisor me contó que mañana se acabaría el mundo.
¿Y qué hiciste cuando él apareció?
Me saqué el sombrero, por supuesto… vi en una película que esto es un signo de cordialidad, y no quiero quedar como un grosero ante ese señor.
¿Llevabas sombrero dentro de tu propia casa?
En realidad no, así que tuve que improvisar uno rápidamente con una grapadora y un poco de papel maché de mi prima Clair.
¿Y el tipo del televisor supo apreciar tu cordialidad?
No lo creo… pero no me importa, él tampoco se muestra demasiado cordial conmigo. Imaginate, ni siquiera lleva zapatos. ¡El tío va descalzo! ¡Será maleducado!
¿Había alguien más con ese hombre?
Creo que no… aunque podía oír algunos susurros amenazadores de fondo… pero creo que solo eran los pájaros de la calle. De esos que asustan bastante. Ya sabes...
Muy bien. Hablemos ahora sobre lo que te contó ese hombre ¿Te importa?
¡Adelante!
¿Te creíste lo que te contó? ¿Crees que llega el fin del mundo, como bien te dijo?
¡Claro! Ese tipo nunca miente… de hecho la última vez que le vi me advirtió de la inminente muerte de mi prima Clair; y Clair murió. No sin antes prestarme el papel y la grapadora, por su puesto.
¿Te asustaron las palabras del hombre del televisor?
Al principio un poco… ese tipo nunca trae cosas buenas… pero después me alegré muchísimo de oírlas.
¿Por qué te alegraste?
Porqué acababa de conseguir la oportunidad única y perfecta de hacer todo aquello que siempre quise, pero nunca pude.
¿A qué te refieres exactamente?
Deja que te lo explique todo: salí de casa un poco mareado. Lo normal cuando están lloviendo bolas de fuego. Y contemplé ese cielo rojizo con una gran sonrisa en mi rostro, que se estaba desfigurando por las altas temperaturas que desprendía la Tierra. Entonces todavía no se me ocurría ninguna cosa que hacer… tenía la mente totalmente en blanco, pero era muy feliz ¿Sabes?. El mundo se iba al carajo y ya no tenía razones para preocuparme por nada. Ni por la ley y ni siquiera por mi propia moral…
Supongo entonces que no eres creyente ¿Me equivoco?
En absoluto, no puedo creer en nada porqué yo vi a Dios arder hace muchos años. Por lo que ninguna religión fue capaz de frenarme durante el último día de la Tierra.
¿Y qué paso entonces?
¿Que qué pasó? ¡Muy simple! Me senté en mi jardín meditando sobre cual quería que fuese mi último acto en vida y entonces apareció el imbécil de Stanley, ese vecino mío al que tanto le gustaba fardar de su perfecta familia burguesa y de su precioso Cadillac rojo. El tío me saludó todo sonriente mientras cortaba el césped de su parcela con una burlesca serenidad. Se me pasaron del todo mis ganas de sonreír… el mundo se acababa y no iba a compartir mi muerte con él; así que, hecho una furia, salté a su propiedad cuando por fin me dio la espalda y lo despedacé con su propio corta-césped. Luego metí a toda su familia en el coche y lo hice arder con gasolina hasta que el rojo se volvió negro.
¿Cómo te sentiste entonces?
Genial, llevaba mucho tiempo aborreciendo a ese puñado de ratas. Creo que obtuvieron lo que merecían.
¿Qué más puedes contarme de ese día?
¡Muchas cosas! Eso sólo fue el desayuno. Cogí el puñal que me regaló mi padre y me dirigí sin pensármelo dos veces a ese restaurante dónde solía ir a comer con mi ex antes de que me dejase por Jake, el dueño del local. Allí, cuchillo en mano, secuestré al querido propietario y le obligué a invitar a Megan a comer ese mismo día.
¿Y vino?
Por su puesto que vino. Entré en la cocina sin que se percatara de mi presencia y le rellene de raticida la botella de champán. En pocos minutos su cara se convirtió en una verdadera fiesta de la espuma. Después abrí la caja registradora del restaurante y cogí todos los billetes que había. ¡No iba a quedármelos! ¿Para que quería el dinero si el mundo se acababa? Solamente los enrollé e hice que Jake se los fumara uno detrás de otro. A él no le maté; no tenía ninguna culpa de que Megan fuese una traidora. Pero si que era culpable de subir los precios del menú, así que la propina esta vez se la quedaron sus pulmones.
Cuéntame más…
La gente se escandalizó bastante por mis actos; muchos trataron de llamar a la policía. Los pobres no se habían dado cuenta de la tierra ya se había tragado todos los postes telefónicos de la ciudad. Pero casualmente aparecieron varios coches de policía que no tardaron en ayudar a evacuar ese asqueroso local. Yo me escapé por la puerta trasera y me escondí en un almacén industrial muy próximo. Un par de horas después, cuando el ambiente se calmó, salí de mi escondite y me fui al centro de la ciudad; dónde la devastación y el caos era máximo.

Dibujé de todo en las paredes de la iglesia hasta que los curas me echaron a patadas. Me fui de allí pero no sin antes lavarme la cara en el cuenco de la entrada. Después me acordé de Jake y su restaurante, y me di cuenta de que no había comido nada cuando tuve la oportunidad; así que tan hambriento como estaba, entré al restaurante más lujoso que pude encontrar y me pedí exactamente cien raciones de lo más caro que tuviera la carta. El camarero se negó a servirme; creía que estaba bebido o algo así, así que tuve que matarle; y esto que no me parecía un mal tipo. ¿Pero que más daba? Si él también iba a morir tarde o temprano… .
¿Consideras que tenías derecho a decidir sobre la muerte de esas personas?
Bueno… un poco más que ellos mismos. El caso es que comí hasta que mi tripa casi reventó, y entonces me fui de allí evitando el pánico general que se había generado en ese barrio.
¿Crees que tu eras el origen de dicho caos?
¡Menuda estupidez! El planeta estaba a punto de estallar… ¿acaso crees que la gente iba a prestarme atención a mí? ¿A un tipo cualquiera de la calle?
Oye. Eres consciente de que todo esto que me has contado jamás ha sucedido ¿verdad?
Ya… en realidad lo sé. El hombre del televisor ya me lo dijo. También me dijo que esta tarde me haría una visita; quiere hablarme sobre un tema muy interesante… algo sobre el fin del mundo.

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