dimarts, 13 de març del 2018

DONDE VIVEN LOS MONSTRUOS

—Papá… creo que tengo otro monstruo debajo de la cama.
—¿Otra vez, Norman? ¡Creo que ya hemos hablado sobre esto!
—Lo sé. ¡Pero es que es verdad! ¡Te lo juro! He visto sus ojos brillando bajo mi colchón. Creo que me ha susurrado algo, pero no estoy seguro… .
—Veamos… uff… me agotas, Norman… aquí yo no veo nada. Nada de nada. ¿Cuántas veces tendré que repetirte que los monstruos solo viven en la Luna, eh?
—¡Esto no es cierto!
—¿Por qué no?
—Se lo pregunté a mi profesor, y todos mis compañeros se rieron de mí. Todavía se ríen.
—Esto es porqué tienen miedo de que les digan la verdad, hijo. ¡No saben nada!
—Y si viven en la Luna, ¿Porqué nadie los ha visto entonces?
—Porqué viven en el lado que nadie puede ver… . Están en el lado más oscuro y misterioso de la mismísima Luna.
—Ya…
—¿No me crees?
—Si… claro…
—¡Pues dilo, Norman! Di: “Te creo papá”.
—Te creo... papá.
—Buenas noches, hijo.
Papá murió asesinado por unos ladrones esa misma noche en el salón de casa.

Años más tarde, tras una larga noche de fiestas y descontrol, recibí un extraño mensaje de texto en mi teléfono móvil.

Hacía años que ya no pensaba en ese fatídico día que se llevó a mi padre. En realidad, ese tema se había vuelto casi anatómicamente imposible de concebir en mi cabeza, pues cada vez que recibía recuerdos sobre tal suceso, una extraña nube blanca ocupaba mi memoria y me hacía del todo imposible poder rescatar cualquier tipo de información relevante. Era como un extraño sistema de auto-defensa que llevaba años construyendo en mi subconsciente sin darme cuenta. Algo que agradecer.

El caso es que esa noche recibí un mensaje cuyo emisor no figuraba en mi lista de contactos. Al principio no le presté ninguna atención. Todo mensaje que me llegaba sin nombre conocido tenía que ser publicidad indeseada. Aunque no lo fuese en realidad. Pero afortunadamente algo terminó por llamarme la atención en ese texto en particular: en él decía “El asesino de tu padre está allí, donde viven los monstruos”.

Llegué a casa un tanto descolocado, pero no sabía si era por el misterioso mensaje recibido, o por la juerga nocturna a la que había sobrevivido. Inmediatamente revisé aquello que había llegado a mi móvil con la esperanza de que eso hubiese sido una simple alucinación de alcohólico de fin de semana; sin embargo, ese texto seguía allí, en los archivos de mi teléfono. Ni una palabra había sido mal interpretada.

La Luna estaba alta, y su luz se filtraba con fuerza a través de las ventanas de mi casa. Me desvestí, engullí un par de galletas de la despensa, y me fui a mi cama sin pensármelo dos veces. Estaba agotado. Cuando el Sol saliese ya me encargaría de todas las incógnitas que habían surgido hoy.

De repente, una extraña voz construida a base se escalofriantes susurros, irrumpió en mis oníricas. Me desperté aterrado, pues supuestamente estaba solo en casa. Desde que había cumplido la mayoría de edad, se me había otorgado la casa de mi difunto padre, y desde entonces nadie había vivido conmigo más de una semana entera. Y en esta semana no se daba el caso. Varios recuerdos empezaron a brotar en mi cabeza a medida que rememoraba que esa lejana noche también había oído extraños susurros nacer de debajo de mi cama.

Me asomé lentamente para observar ese oscuro espacio que me separaba del suelo y no logré ver nada más que unas zapatillas, y un par de balones de baloncesto que ni siquiera eran míos, pero llevaban años allí abandonados. Todo me llevaba a pensar que esos susurros habían sido imaginaciones mías. De hecho, ya estaba a punto de validar esta teoría cuando algo me agarró de la cabeza con un súbito movimiento, y empezó a tirar de ella con brutalidad hasta hacerme caer de mi propio colchón, y arrastrar mi cuerpo y mis sábanas hacía la penumbra más profunda y espectral de debajo de mi cama.

Cuando menos me di cuenta, poseído por la confusión y el shock, terminé siendo arrastrado a través de unas extrañas galerías oscuras que para nada formaban parte de mi casa. Yo golpeaba con los puños sin visualizar mi agresor, tratando de liberarme a toda costa; pero nada. No había puño alguno que pudiese frenar esa fuerza que me dominaba.

Poco más tarde esa fuerza cesó, y yo destensé todos mis músculos sin ni siquiera saber donde estaba. Alcé mi vista rápidamente y me llevé una colosal sorpresa, pues a mi alrededor, cientos de criaturas extrañas me observaban con curiosidad y desconcierto.

Había seres de todas formas, colores y texturas de piel; con variables e insólitas cantidades de extremidades, ojos, cuernos… . Eso era como un gran festival de monstruos estereotipados de cuento infantil, pero sin duda estaba sucediendo realmente delante de mis ojos idiotizados.

—¡Vale! ¿Qué coño significa todo esto? —dije asustado siendo devorado por las omnipresentes miradas que me rodeaban. Me puse de pie de un salto y los monstruos se apartaron de mi cuerpo con espanto.
—Esto es… extraño… —me sorprendí.
—¡Hola Norman! —soltó de repente un ser peludo con cuernos y con un rostro peculiarmente simpático—. ¡Pensábamos que ya no te veríamos por aquí!
—¿Cómo sabes mi nombre?
—¿No te acuerdas de mí? —dijo el bicho entristeciéndose—. ¿No recuerdas a Monty?
—¿Quién es Monty?
—¡Yo! —dijo el mismo ser peludo—. Norman… ¿estás bien?
—¿Tú eres el asesino de mi padre? —pregunté paranoico.
—¿Yo? ¿¡Qué dices tío!? —se defendió Monty mientras un coro de monstruos se empezaba a reír a carcajadas a nuestro alrededor—. Creo que deberías hacer una visita a la Gerente Tenenbaum; debes estar hambriento y desorientado.

Monty me llevó a través de esas galerías que, al parecer, eran parte de unas inmensas instalaciones ubicadas en un oculto cráter lunar. ¿El cómo había llegado hasta allí? No tenía ni la más paupérrima idea; pero eran tantas las preguntas que me abofeteaban en ese instante, que mi extravagante paradero solo era un efímero interrogante más.

Llegamos a una amplia cantera desde donde podía ver vagamente la superficie de ese lugar. Un inmenso firmamento totalmente negro y estrellado ocupaba cada centímetro de cielo que se veía desde allí abajo, como una gran mancha de petróleo en el agua del mar. Si todavía permanecía en mí una mínima duda de si estaba en el espacio exterior, ésta acababa de morir.

Decenas de seres trabajaban extrayendo con todo tipo de herramientas, un extraño mineral blanco que yacía incrustado en las rocas grises de ese cráter. El fruto de esas excavaciones desprendía un horrendo olor que me resultaba curiosamente familiar.
—¿Qué es esto?
—¡Queso!
—¿Queso?
—¡Por su puesto! La luna está hecha de queso.
—¡Genial! Lo que me faltaba por oír hoy…

Llegamos a una estructura formada por varios pilares de acero adheridos en los límites naturales de la cantera. En su interior había un nuevo pasillo lleno de puertas de gran tamaño. Supongo que los diseños se ajustaban a las dimensiones de los monstruos que habitaban en ese lugar. Y en el fondo, una puerta a mi escala humana se alzaba firme y cuidadosamente cerrada con pestillos de acero dorado.
—La Gerente Tenenbaum está en su despacho.

Monty llamó a la puerta y no tardé en percibir como alguien se asomaba por la mirilla de cristal. Pocos segundos más tarde, esa presencia empezó a desbloquear los cerrojos poco a poco.

—Monty… ¿Qué sucede? —preguntó una misteriosa mujer humana que abrió la puerta.
—Norman vuelve a estar desorientado. Creo que necesita comida.
—¡Gracias Monty! ¿Puedes irte ahora?
La mujer me miró con sus grandes y abiertos ojos, que parecían estar leyendo mis pensamientos.

—Norman ¿Vuelves a estar perdido?
Yo me paseaba por ese despacho que resultaba extrañamente terrícola. Había una lámpara, un escritorio de madera oscura y una biblioteca con libros como “El Sanatorio de la Doctora T” o “Soñaba con Espectros”.
—¡No! … ¡Bueno, sí! No lo sé… el monstruo de debajo de mi cama me ha arrastrado hasta aquí.
—¿Hasta la Luna otra vez?
—¿Cómo que otra vez? ¡Yo nunca he estado en la Luna! —dije sintiendo un fuerte mareo.
—¿Tu padre está muerto, Norman?
—¡Así es!
—¿Quién lo mató?
—Esto es lo que he venido a descubrir, señorita Tenenbaum…
—Ya… ¿Pero quién lo mató?
—¿Fue usted?
Ella me miró un rato más pero no dijo nada. Tras unos instantes de silencio; la Gerente de ese complejo lunar se sentó en el sillón de su oficina y empezó a hojear un librito cuyo título no conseguí identificar.
—¿Fue usted la asesina de mi padre? —repetí impaciente.
Tenenbaum cerró su libro tras anotar alguna cosa y lo guardó antes de que pudiese leer el título imprimido en la portada.
—Voy a darte algo de comer y unos fármacos para que puedas descansar bien esta noche. Mañana empezarás a trabajar en la cantera. Ahora te llevaremos a tu habitación.
—¿¡Qué!? No no no… yo no he venido a buscar trabajo. He venido a descubrir quién mató a mi padre.
La Gerente pulsó un botón naranja que se encontraba encima de su mesa, y en pocos minutos, un monstruo verde y morado con aspecto de anfibio entró por la puerta con una bandeja llena de cosas.
—Ven conmigo chico… te acompaño a tu habitación —pronunció con una voz ridículamente absurda.

Seguí a ese bicharraco con desgana. Algo me inquietaba en esa mujer y en su forma de hablarme; y todo ese lugar era escandalosamente turbio. Todos los pasillos estaban plagados de monstruos con comportamientos irracionales; algunos humanos corrían de un lado a otro con bandejas e inexplicables instrumentos musicales. Todo resultaba muy inquietante.

Me condujeron hasta un diminuto salón vacío y allí me dejaron junto a esa bandeja que el monstruo llevaba consigo. En ella había un cacho de pan, un poco de ensalada, un taper con pasta y unas albóndigas mal cocinadas de a saber qué tipo de carne no terrestre. Además de un vaso de plástico con agua y un par de pastillas para dormir. Ya empezaba a sentirme como un auténtico prisionero.

Al día siguiente, tras una pésima y movida noche en ese sitio, me adentré a las absurdas y malolientes minas de queso gruyere junto a mi supuesto amigo Monty, y éste me explicó paso a paso mis tareas a realizar. Yo ni le escuchaba. Estaba demasiado pendiente de mis tormentas personales y, además, yo no era uno de esos monstruos esclavizados que estaba aquí para trabajar en esas ridículas excavaciones.
—Oye Monty… ¿Se puede saber quién se supone que es esa tal Tenenbaum?
—¡Oh, claro! Es la mujer que visitaste ayer por la tarde… —responde inocente.
—¡Esto ya lo sé, idiota! Me refiero a por qué tú y tus compañeros trabajáis para ella; y por qué es la dueña de este lugar.
—Es el precio que tiene poder vivir aquí.
—¿Acaso tenéis opción?
—Aquí estamos protegidos…
—¿De qué?
—De algo muy malo.
—¿Pero de qué?
—De algo muy, muy malo… .

Contemplé ese paisaje gris y todos los seres que lo habitaban. Todo resultaba tan similar a como lo imaginaba cuando era un niño. ¿Y si realmente ya estuve en ese lugar, como bien me había insinuado tantas veces? ¡Imposible! ¡Lo recordaría!
—¿Sabes Monty? Creo que Tenenbaum es quién mató a mi padre… .
Monty se empezó a reír con escandalosos gruñidos que le hacían digno de ser nombrado “monstruo”.
—¡Tío! ¡Tenenbaum no ha matado a tu padre!
—¿Como puedes estar tan seguro? Ayer le hablé sobre este tema cuando estuve en su despacho y no quiso responderme nada… ¿No te parece sospechoso? Antes de llegar aquí, recibí un mensaje que me decía que el asesino de mi padre se escondía en este lugar.
—Seguramente sea cierto… hay monstruos muy malvados aquí dentro.

De repente una súbita música empezó a sonar por toda la cantera, y decenas de hombres humanos llegaron repartiendo unas misteriosas píldoras azules.
—¿Qué diablos es esto, Monty? —pregunté paranoico.
—Son pastillas de oxígeno… la Gerente Tenenbaum dice que sin ellas, nuestros pulmones no pueden respirar en la Luna. Cada día a la misma hora debemos tomarlas si no queremos descomprimirnos e implosionar.

Mi paranoia crecía por cada monstruo que veía engullendo esas píldoras. Quería hacer una visita a la Gerente para que me diese algunas respuestas, así que necesitaba escapar de esa mina para alcanzar ese despacho.

Empecé a correr esquivando a esos humanos como pude, pero éstos se abalanzaron sobre mí, y en poco tiempo ya me tenían inmovilizado.
—¡Soltadme! ¡Asesinos! —grité.
—¿Has oído? —decía con burla uno de esos hombres a su compañero, que me agarraba del brazo con fuerza—. El tipo de los monstruos ahora nos llama “asesinos”.

Irónicamente, esa gente me llevó encadenado al despacho de la Gerente Tenenbaum, dónde ella me esperaba en su escritorio con sus ojos bien abiertos. Analizándome de nuevo.
—¡Usted es una mala persona! —dije histérico—. ¡Usted está engañando a todos esos monstruos y me está engañando a mí!
—¿De qué monstruos quieres hablar hoy, Norman?
—¡Maldita sea! ¡Explíqueme que demonios es este sitio!
—Tu padre ya te habló sobre esto… ¿No es verdad?
—¡Sí! Antes de que tú le mataras esa noche.
—¿Por qué crees que yo querría matar a tu padre? ¿Cuéntame? —me preguntó desafiante.
—¡Y yo que sé! Quizás porqué usted es una sádica…
—Tomo nota Norman… —dijo ella sacando de nuevo ese librito que ayer no pude llegar a ver, y hoy me doy cuenta de que se titula “Norman Maddison”; mi nombre—. Ahora vete a descansar, Norman. No te olvides de tomarte la píldora; mis hombres te la traerán con un vaso de agua. Buenas noches.



1 comentari: