dimarts, 8 de maig del 2018

PRESIDIO ETERNO

Allí fuera todo solía brillar antes. Sin embargo las sombras volvieron para encerrase en esta habitación conmigo y recordarme a diario que nunca he sido más que un niño vulnerable a los ojos del mundo. Nada más que esto; un estúpido e indefenso crío incapaz de sobrevivir por sus propios medios.

No sé cuánto tiempo llevo aquí dentro encerrado. Yo me atrevería a afirmar que demasiado, pero cuando no tienes una cruz fijada en tu calendario, siempre puede haber un “demasiado” más.

Aquí ya no queda absolutamente nadie. No queda nada más que sombras cazadoras con un hambre voraz. Antes la poderosa luz me inspiraba a combatir cualquier cosa que me obstaculizara en mi viaje. Hoy esa luz solamente es un firme recordatorio de lo que significa echar de menos, y de lo patético que fui cuando todavía podía verla brillar en ese firmamento gris. Que todos los Purgatorios que imaginaba eran algo más que simples cuentos de ficción sin fundamento, y ahora me doy cuenta. Esta vez tampoco espero ser entendido… ahora sé de sobras que uno solo entiende lo que quiere entender; aun fingir lo contrario. Nadie toma en serio a los críos como yo, que no saben nada del mundo real.

Con la única compañía de un tiburón de peluche que una vez mi hermano trajo a casa, cuento las horas que caen de mi reloj, y me escondo de los depredadores de la noche que merodean por mi cuarto.

Salir de aquí o quedarme para siempre ha dejado de estar en mi mano. Llamo a la puerta en busca de ayuda pero nadie responde ya. Nadie quiere responder a algo tan insignificante, ya sea por temor a buscarse complicaciones innecesarias, o por meras mentiras disfrazadas de protección severa. Tengo miedo… no quiero seguir temiendo a la oscuridad, aun saber lo plagada de monstruos que ésta yace. Allí fuera todo el mundo ríe y se lo pasa bien sin importarle nada de nada; pero en esta pequeña habitación, ni al dormir estoy a salvo. Jamás estaré a salvo. Extraño tanto la luz... aunque ésta jamás me ha querido alumbrar.

Mi pijama de rayas azules y blancas es la única pizca de color que todavía me queda. Siempre había temido que un día me quedase pequeño y tuviese que donarlo; siempre ha sido mi pijama favorito… pero esto ya ha dejado de preocuparme, pues aquí dentro ya no tengo modo alguno de crecer. Siempre seré un mocoso asustado y nada más.

Oigo un ruido. Por un momento pienso que alguien va a abrir la puerta y a sacarme de aquí de una vez por todas. Una efímera respuesta del exterior que llevaba semanas anhelando oír, pero que resulta ser tan irreal como yo mismo. “Obsis” o “Frusty” deben andar muy cerca de aquí… es su hora de comer y me están buscando una jornada más. Yo creé estos horribles monstruos antaño y ahora se han convertido en mi peor pesadilla. Creía que me protegerías de todo lo malo de mis días, y confiaba en ello sin imaginar los eventos que vendrían después. Pero su existencia terminó por transformarme en lo que soy ahora: un intento de hombre delirante.
Me escondo entre las sábanas y trato de contener la respiración como puedo. Ellos están muy, muy cerca. Puedo oírles buscarme por el armario y por detrás de la puerta. Sus silenciosos rugidos me ponen los pelos de punta, pero me permiten detectar con suma precisión su ubicación en este cuarto. Obsis está allí, cerca de la puerta, recordándome con sus ojos morados lo vulnerable que uno se vuelve cuando tiene que enfrentarse a sus miedos cara a cara, y lo débil e insignificante que te hace buscar ayuda. Que tus temores más profundos ya se encargarán de destruir todo aquello que en un futuro puedas llegar a apreciar. Y entonces no tendrás oportunidad de recuperar lo que se desvaneció en el aire como polvo.

Frusty ya se está asomando entre las sábanas donde me hallo; susurrándome cuál espectro que, mientras yo sigo aquí sufriendo en esta cama, el mundo jamás ha dejado de girar lleno de felicidad y vitalidad. Que las luces no se apagan porque hoy no haya salido de mi escondite. Que todos están demasiado ocupados para venirme a buscar aquí.

Estoy harto de los monstruos… no solo de aquellos de los que antaño quise escapar; también de los que devoraron pedazo a pedazo mis escasos fragmentos de ilusión y bondad, y decidieron convertir todo aquello que me hacía feliz en mera basura enfermiza, para terminar encerrándome aquí. Solo e incomunicado. Al margen de todo. Sin nisiquiera poder mostrar quien soy en realidad.

Ya puedo ver los ojos de Obsis y Frusy parpadeando ante mí. Me cubro los ojos con el suave tiburón para no ver lo que esos seres van a hacer conmigo. ¡Yo solo quiero salir de este infierno! ¡No quiero seguir teniendo miedo! ¡Estoy harto! ¡Harto! ¡Harto de ser visto como un niño llorica y atemorizado! Sé que todavía sigues escuchándome detrás de esa puerta bloqueada.

...Hasta que la alarma de mi teléfono móvil me despierta otra madrugada más para empezar una nueva jornada. Ahora todo luce tranquilo y apaciguado. Parece que esos monstruos ya han dejado de acecharme por ahora. Bueno… hasta que la fría noche regrese cuando este día termine.

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