Allí
fuera todo solía brillar antes. Sin embargo las sombras volvieron
para encerrase en esta habitación conmigo y recordarme a diario que
nunca he sido más que un niño vulnerable a los ojos del mundo. Nada
más que esto; un estúpido e indefenso crío incapaz de sobrevivir
por sus propios medios.
No
sé cuánto tiempo llevo aquí dentro encerrado. Yo me atrevería a
afirmar que demasiado, pero cuando no tienes una cruz fijada en tu
calendario, siempre puede haber un “demasiado” más.
Aquí
ya no queda absolutamente nadie. No queda nada más que sombras
cazadoras con un hambre voraz. Antes la poderosa luz me inspiraba a
combatir cualquier cosa que me obstaculizara en mi viaje. Hoy esa luz
solamente es un firme recordatorio de lo que significa echar de
menos, y de lo patético que fui cuando todavía podía verla brillar
en ese firmamento gris. Que todos los Purgatorios que imaginaba eran
algo más que simples cuentos de ficción sin fundamento, y ahora me
doy cuenta. Esta vez tampoco espero ser entendido… ahora sé de
sobras que uno solo entiende lo que quiere entender; aun fingir lo
contrario. Nadie toma en serio a los críos como yo, que no saben
nada del mundo real.
Con
la única compañía de un tiburón de peluche que una vez mi hermano
trajo a casa, cuento las horas que caen de mi reloj, y me escondo de
los depredadores de la noche que merodean por mi cuarto.
Salir
de aquí o quedarme para siempre ha dejado de estar en mi mano. Llamo
a la puerta en busca de ayuda pero nadie responde ya. Nadie quiere
responder a algo tan insignificante, ya sea por temor a buscarse
complicaciones innecesarias, o por meras mentiras disfrazadas de
protección severa. Tengo miedo… no quiero seguir temiendo a la oscuridad,
aun saber lo plagada de monstruos que ésta yace. Allí fuera todo el
mundo ríe y se lo pasa bien sin importarle nada de nada; pero en
esta pequeña habitación, ni al dormir estoy a salvo. Jamás estaré
a salvo. Extraño tanto la luz... aunque ésta jamás me ha querido alumbrar.
Mi
pijama de rayas azules y blancas es la única pizca de color que
todavía me queda. Siempre había temido que un día me quedase
pequeño y tuviese que donarlo; siempre ha sido mi pijama favorito…
pero esto ya ha dejado de preocuparme, pues aquí dentro ya no tengo
modo alguno de crecer. Siempre seré un mocoso asustado y nada más.
Oigo
un ruido. Por un momento pienso que alguien va a abrir la puerta y a
sacarme de aquí de una vez por todas. Una efímera respuesta del
exterior que llevaba semanas anhelando oír, pero que resulta ser tan
irreal como yo mismo. “Obsis” o “Frusty” deben andar muy
cerca de aquí… es su hora de comer y me están buscando una
jornada más. Yo creé estos horribles monstruos antaño y ahora se
han convertido en mi peor pesadilla. Creía que me protegerías de
todo lo malo de mis días, y confiaba en ello sin imaginar los
eventos que vendrían después. Pero su existencia terminó por
transformarme en lo que soy ahora: un intento de hombre delirante.
Me
escondo entre las sábanas y trato de contener la respiración como
puedo. Ellos están muy, muy cerca. Puedo oírles buscarme por el
armario y por detrás de la puerta. Sus silenciosos rugidos me ponen
los pelos de punta, pero me permiten detectar con suma precisión su
ubicación en este cuarto. Obsis está allí, cerca de la puerta,
recordándome con sus ojos morados lo vulnerable que uno se vuelve
cuando tiene que enfrentarse a sus miedos cara a cara, y lo débil e
insignificante que te hace buscar ayuda. Que tus temores más
profundos ya se encargarán de destruir todo aquello que en un futuro
puedas llegar a apreciar. Y entonces no tendrás oportunidad de
recuperar lo que se desvaneció en el aire como polvo.
Frusty
ya se está asomando entre las sábanas donde me hallo; susurrándome
cuál espectro que, mientras yo sigo aquí sufriendo en esta cama, el
mundo jamás ha dejado de girar lleno de felicidad y vitalidad. Que
las luces no se apagan porque hoy no haya salido de mi escondite. Que
todos están demasiado ocupados para venirme a buscar aquí.
Estoy
harto de los monstruos… no solo de aquellos de los que antaño
quise escapar; también de los que devoraron pedazo a pedazo mis
escasos fragmentos de ilusión y bondad, y decidieron convertir todo
aquello que me hacía feliz en mera basura enfermiza, para terminar
encerrándome aquí. Solo e incomunicado. Al margen de todo. Sin
nisiquiera poder mostrar quien soy en realidad.
Ya
puedo ver los ojos de Obsis y Frusy parpadeando ante mí. Me cubro
los ojos con el suave tiburón para no ver lo que esos seres van a
hacer conmigo. ¡Yo solo quiero salir de este infierno! ¡No quiero
seguir teniendo miedo! ¡Estoy harto! ¡Harto! ¡Harto de ser visto como un niño
llorica y atemorizado! Sé que todavía sigues escuchándome detrás
de esa puerta bloqueada.
...Hasta
que la alarma de mi teléfono móvil me despierta otra madrugada más para empezar una nueva jornada.
Ahora todo luce tranquilo y apaciguado. Parece que esos monstruos ya
han dejado de acecharme por ahora. Bueno… hasta que la fría noche
regrese cuando este día termine.
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